[dropcap]F[/dropcap]ue profe, suegro, abuelo, marido, primo de la familia española y tío de la portuguesa, hijo adoptivo de su amada Salamanca, presidente de la UDS, cónsul de Portugal, empresario, emprendedor y “uno de los últimos caballeros del siglo XXI”. Así ha definido un hijo a Augusto Pimenta que este lunes fue su despedida en la capilla del tanatorio.
Manuel Muiños, el sacerdote que ofició el funeral, comenzó invitando a los nietos de Augusto Pimenta a que subieran al altar junto a él y adelantó que la eucaristía sería “entrañable y con alguna sonrisa, como le hubiera gustado a él”.
Dijo verdad. Durante el funeral, los familiares y amigos pudieron escuchar a un hijo hablando de su padre, al que definió como “caballero”, con lo que esta palabra entraña. La capilla le dio un aplauso cerrado y sentido.
El altar estaba repleto de flores, en forma de coronas, centros y ramos. Hasta el tanatorio se acercaron empresarios, políticos, personas del mundo del deporte, la banca y la Universidad que quisieron abrazar y apoyar a la familia de Augusto Pimenta y a despedir al “amigo Augusto”.
Muiños aclaró que los entierros le ponen de mal humor y hoy doblemente, “para mí se ha ido un amigo, un compadre… Fue a la segunda persona que le presente proyecto hombre. Sé que con esto que voy a decir, él se enfadaría, pero tengo que hacerlo, ayudo a traer a los presos salmantinos de las cárceles de Portugal y siempre desde la discreción”.
Augusto Pimenta fue una lección de vida, de familia, de confianza… “Fue humano, pero no se olvidó de lo divino y del divino. Por haber encontrado en el camino de la vida a don Augusto por eso somos bienaventurados”.
Adiós, Augusto. Adiós, papá. Adiós, amigo y buen viaje…