[dropcap]A[/dropcap]unque muchos, entre los que me incluyo, no dimos crédito al rumor que empezó a circular nada más dimitir de sus cargos y anunciar su baja en el Partido Popular, lo cierto es que cuatro días después Silvia Clemente es la candidata bendecida por la dirección nacional de Ciudadanos para encarnar el cartel electoral naranja en las elecciones autonómicas del 26 de mayo. Desde mediodía del jueves, cuando la hasta entonces presidenta de las Cortes rompía públicamente con el partido en el que ha militado durante más de 20 años, los acontecimientos se han sucedido de forma vertiginosa.
El sábado la posible incorporación de Clemente a la formación liderada porAlbert Rivera cobraba carta de naturaleza al conocerse que el diputado por Valladolid y responsable de Sanidad en la Ejecutiva nacional del partido,Francisco Igea, y el número uno a las elecciones europeas, el también vallisoletano Luis Garicano, se movilizaban para cerrar el paso a la ex presidenta de las Cortes. Igea, quien había rehusado su posible participación en las primarias autonómicas, dejando vía libre a que el portavoz del grupo en las Cortes, Luis Fuentes, repitiera al frente del cartel, comparecía el domingo en la sede vallisoletana de Ciudadanos para anunciar su decisión de concurrir a dichas primarias con el declarado propósito de evitar que Clemente aterrizara en el partido como candidata a la presidencia de la Junta.
El diputado vallisoletano, muy crítico con el perfil y trayectoria de la ex presidenta de las Cortes, sabía que ésta disponía de suficientes apoyos en la cúpula de Ciudadanos para que la Ejecutiva nacional avalara esa misma tarde, como de hecho así sucedió, la participación de la política segoviana en las primarias autonómicas en calidad de independiente. Pero el paso dado por Igea, que renunciaba con ello a la opción de repetir como diputado del Congreso, no perturbó el compromiso contraído con Clemente por el secretario general del partido, José Manuel Villegas, previa intermediación de Pablo Yáñez, el interlocutor presente en la famosa foto del bar de Delicias.
Hasta el segundo fin de semana de marzo no se sabrá quien resulta ganador de unas sorprendentes primarias que han despertado de su letargo a la formación naranja en Castilla y León. Salvo que la militancia actúe a la contra de la dirección, algo harto improbable en vísperas de elecciones generales, autonómicas y municipales en el seno de un partido en el que predomina la avidez por pillar cargo público, lo más probable es que Clemente se alce con la candidatura a la presidencia de la Junta.Eso sí, ante la inesperada competencia de Igea, Villegas no dudó en acercarse el lunes a Valladolid para escenificar públicamente el apoyo de la cúpula naranja -excepción hecha, claro está, de Garicano- a la candidatura de Silvia Clemente.
El número dos del partido compareció junto a ella ante los medios de comunicación en presencia, además, de cuatro de los cinco procuradores de Ciudadanos en las Cortes -la excepción fue el leonés Manuel Mitadiel, que el domingo arropó la candidatura de Igea-, del delegado territorial (máximo cargo orgánico en Castilla y León), Miguel Ángel González, y de la coordinadora territorial, la concejala del ayuntamiento de Valladolid y diputada provincial,Pilar Vicente.
Todo un espaldarazo del aparato naranja a la ex presidenta de las Cortes -hasta cuatro días antes afiliada al PP- frente a la pugna a librar con el único diputado del Congreso con que cuenta Ciudadanos en Castilla y León y miembro, junto a Fuentes y Yáñez, del máximo órgano de dirección de la formación que preside Albert Ribera.
Y las consecuencias de ello pueden ser letales para las aspiraciones del candidato del PP a heredar el despacho que sigue ocupando Juan Vicente Herrera en el Colegio de la Asunción (no sé si en el lote entraría el piso que le pagamos los contribuyentes en la Acerade Recoletos o Alfonso Fernández Mañueco optaría por seguir pernoctando en Salamanca).
Así las cosas, descartado aquí a priori un pacto a la andaluza, las opciones de futuro respecto a la Junta se reducen básicamente a dos. Si el PSOE y Ciudadanos logran sumar los 41 procuradores necesarios, el PP se verá relegado a la oposición después de 32 años gobernando esta comunidad. Su única salvación sería que, sumados sus escaños a los obtenidos por Vox, alcancen esa misma mayoría o que, en su defecto, puedan completarla con alguno de los procuradores sueltos que pudieran recalar en el próximo grupo mixto (el de la UPL o el que puedan conseguir las formaciones provinciales nutridas en Soria y Ávila a partir de escisiones del PP). Antes de la sacudida interna que le ha sacado desde el pasado jueves de la modorra en la que se encontraba, Ciudadanos ya era proclive a pactar en Castilla y León un gobierno de coalición con el PSOE, siempre, claro está, de que sumen entre ambos los 41 procuradores que marcan la mayoría absoluta en las Cortes a elegir el 26 de mayo. Ribera y Villegas han dejado claro que el cordón sanitario aplicado a Pedro Sánchez no es extensible a los gobiernos autonómicos y municipales surgidos de las elecciones del 26-M.
Y exactamente las mismas razones con las que Ciudadanos ha justificado el pacto en Andalucía -desalojar a un gobierno que lleva décadas aferrado al poder a base de fomentar el clientelismo y amparar la corrupción- conducen, en aras de la regeneración política, a apostar por la alternancia política en Castilla y León pactando con los socialistas liderados por Luis Tudanca el próximo gobierno de la comunidad.
Si dicha apuesta la mantendría con toda seguridad Francisco Igea, no digamos si la candidata y en consecuencia jefa de filas de los procuradores naranjas electos el 26-M, es Silvia Clemente, la misma que el pasado jueves colmó de encendidos “piropos” a Fernández Mañueco.
Todo ello permite afirmar que, después de esos 32 años en los que José María Aznar,Jesús Posada, Juan José Lucas y Juan Vicente Herrera se han sucedido al frente de la Junta, la alternancia política en el gobierno de Castilla y León ha dejado de ser una quimera.