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Introducción
El Acuerdo de París, de 2015, es el instrumento mundial –derivado de la Convención Marco de Cambio Climático de 1992— para luchar contra el calentamiento global y las grandes mutaciones que están produciéndose en lo que considerábamos el clima normal, que desde hace décadas inciden en el planeta Tierra. Previsiblemente con graves consecuencias en todos los órdenes de la actividad humana.
Vivimos en la era geológica que ya se llama del Antropoceno, porque su configuración se debe ya muy mucho a la actividad humana, de residuos de toda clase, y de transformación de ríos, lagos, y mares y océanos. Además, la especie humana es responsable de toda clase de abusos cometidos en el medio ambiente, en términos de biodiversidad, alteración de suelos, desertificación, etc., con toda clase de amenazas a la vista de carácter antropogénico. Considerando algunos autores que en lo referente a la atmósfera ya no hay solución posible, por la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y fundamentalmente de CO2.
Así, James E. Lovelock, científico de la NASA, autor de la Hipótesis Gaia, de que nuestro hábitat global tendría capacidad, normalmente, de autorregularse, ha formulado una trágica previsión: esa capacidad de autoregeneración se ha desbordado ampliamente, y Gaia podría vengarse de los causantes de tanto deterioro. Con la conclusión de que nuestra especie, no tan sapiens como se dice, podría verse en verdadero peligro de extinción si las cosas no se remedian a tiempo. Y lo que ya se plantea por muchos es si realmente todavía estamos a tiempo de lograrlo.
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), formado por unos 3.500 hombres de ciencia, produce informe tras informe (ya seis, el último en noviembre de 2018) en el sentido de que el planeta está amenazado y el clima puede trastornar toda la civilización técnica en que vivimos.
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Negacionismo en retirada
Uno de los más destacados en la negación del cambio climático fue el danés –verdadero enfant terrible durante años—, Bjorn Lomborg, con su libro El ecologista escéptico publicado en 2001. En el que de manera contundente proclamó que la devastación del planeta por el calentamiento global es una exageración sin base.
Luego, a Lomborg, con el tiempo, le sucedió algo parecido a lo que aconteció a Saulo de Tarso (más conocido como San Pablo), cuando cayó de su caballo ante una aparición sobrenatural en Damasco. Como consecuencia de lo cual (la narración está en “Los hechos de los Apóstoles”), Saulo cambió por entero de actitud: pasó a ser el mayor defensor de Cristo y el ulterior organizador del propio cristianismo. Y análogamente a ese cambio de actitud, en septiembre de 2009, Lomborg manifestó:
Tenemos bien poco de qué presumir tras casi 20 años de esfuerzos por impedir el recalentamiento del planeta. Las promesas de reducir las emisiones de carbono que se hicieron en Río de Janeiro en 1992, no se han convertido en realidad. Los compromisos más serios que se adquirieron en Kyoto cinco años después, no han permitido mantener las emisiones bajo control…
En definitiva, Lomborg dejó de poner en duda la amenaza del calentamiento global, y al tiempo incluso subrayó que los métodos seguidos hasta entonces, para afrontar la situación, no eran los mejores: “Lo que deberíamos es estar invirtiendo mucho más en investigación y desarrollo de fuentes verdes de energía”. En lo que coincide con Bill Gates, fundador de Microsoft, que ve en ese avance tecnológico la verdadera solución al problema frente a situaciones tan lamentables como la de Donal Trump, según veremos más adelante.
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El Acuerdo de París y su instrumentación. Katowice 2018
El objetivo principal del Acuerdo de París de 2015 sobre el Clima, consiste en que de aquí al 2100, la temperatura media en la superficie de la Tierra no debe superar los 2ºC –o mucho mejor, sólo 1,5ºC—, lo que se supone fue la temperatura promedio de la era preindustrial (1800). Y en ese sentido, cada país, o agregado de ellos –es en el caso de la Unión Europea (UE)—, debe adoptar medidas mitigadoras de reducción de las emanaciones de GEI, así como otras decisiones de adaptación a la nueva situación que va creándose.
A ese respecto, las cumbres anuales climáticas de las Naciones Unidas, las llamadas COP (Conference of the Parties), son encuentros mundiales para negociar la política climática. Sobre todo, ahora, con referencia al ya citado Acuerdo de París de 2015, que fue aprobado en principio en la COP-21.
De esas COP, la última fue la COP-24, celebrada en Katowice, entre el 2 y el 14 de diciembre de 2018, una ciudad en Silesia, Polonia, que se tiene por «un ejemplo relevante de que en la zona de más y mejor carbón en Europa Occidental, puede conseguirse, gracias a una política coherente de desarrollo sostenible, una transformación económica importante», ante la seguridad de que el más dañino de los combustibles fósiles, el carbón (gas y petróleo los otros dos), está llamado a dejar de consumirse a fecha fija.
Más concretamente, en Katowize, la rehabilitación de las antiguas áreas de extracción carbonífera ha permitido crear un espacio único, en medio de una región, tradicionalmente asociada con la minería y la industria pesada. Que desde hace años se esfuerza por convertirse en emblemática de la innovación y de las nuevas tecnologías respetuosas con el entorno, con las energías renovables como futuro.
De cara al encuentro de Katowize, Miguel Arias Cañete, Comisario de la UE para Clima y Energía, se reunió en Pekín con el ministro de Medioambiente, Li Ganjie, y el representante especial para el cambio climático, Xie Zhenhua: “Juntos –dijo el Comisario— hemos visto la forma de llegar a consensos básicos, que nos permitan un resultado positivo en las negociaciones, que son siempre complicadas. Pero está claro que resultará fundamental un acuerdo UE/China para seguir avanzando, y comprobar los esfuerzos que están haciéndose en los distintos países. Una cooperación que se hace más necesaria aún, tras el anuncio del año 2017 de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París. Aunque no puede procederse a esa salida hasta noviembre de 2020 y Washington DC siga formando parte de las negociaciones” hasta la COP-26.
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El VI Informe del IPCC
Precisamente en la COP-24 de Katowice, se apreció el último informe del IPCC, sobre que el tiempo se acaba, y que el planeta Tierra necesita pasar a un modelo energético sin combustibles fósiles, y todo a base de renovables, mucho antes de lo que se preveía hace tiempo. En ese sentido, el sexto informe del IPCC, de noviembre de 2018, manifiesta lo siguiente:
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Se estima que las actividades humanas han provocado aproximadamente 1,0 ° C de calentamiento global por encima de los niveles preindustriales. Es probable que el calentamiento global alcance 1.5 ° C entre 2030 y 2052 si continúa aumentando al ritmo actual.
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El calentamiento superior al promedio anual global ya se está experimentando en muchas regiones terrestres, incluidas dos o tres veces más en el Ártico; y generalmente más fuerte en la tierra que en el océano.
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El calentamiento de las emisiones antropogénicas desde el período preindustrial hasta el presente persistirá durante siglos hasta milenios y continuará causando más cambios a largo plazo en el sistema climático, como el aumento del nivel del mar, con impactos asociados.
Seguiremos el próximo jueves, 11 de abril, porque el tema que ahora nos ocupa tiene largo recorrido. Y como siempre, los lectores pueden dirigirse al autor a través de castecien@bitmailer.net.
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