[dropcap]H[/dropcap]ermelinda Gómez arribó a la iglesia de su comunidad, en Charallave, estado Miranda, en el centro del país, a eso de las 6.00 horas. Es Jueves Santo. Una botellita de agua, una pequeña Biblia y un rosario son sus acompañantes. Sus tres hijos emigraron del país caribeño hace meses en busca de mejores oportunidades en el cono sur, específicamente, a Argentina, por lo que la mayoría del tiempo vive sola, salvo cuando una de sus nietas la visita los fines de semana.
En medio de su soledad y de la situación crítica que atraviesa la nación petrolera se ha aferrado a las actividades de la Iglesia Católica como si se tratara de una tabla de salvación. “Le pido mucho a Dios por mi país y por mis hijos, para que me los cuide de todo mal” confiesa, con una media sonrisa cargada de nostalgia.
Cada mes, viajaba más de 800 kilómetros hacia la frontera con Colombia, cruza el Puente Internacional Simón Bolívar y arriba a la ciudad de Cúcuta, capital del Departamento Norte de Santander, en donde tras retirar la remesa que le envían sus hijos, compra víveres y las medicinas que necesita para la tensión.
“Estos días santos, la mayoría de los venezolanos nos hemos refugiado en la Iglesia. Es una forma de apaciguar el dolor y la tristeza por la situación que estamos atravesando. Pobreza, falta de agua potable, fallas eléctricas, inseguridad, falta de libertades, y pare usted de contar. Nuestra única esperanza está en Dios”, subraya.
Semana Santa entre apagones y escasez de agua potable
Dilia Casique tiene 70 años. Vive en San Cristóbal, capital del fronterizo estado Táchira con Colombia. Como cada Semana Santa, intentó participar, activamente, en la programación de su parroquia. Sin embargo, no pudo hacerlo. El deplorable estado de los servicios públicos le truncaron los planes.
“Durante esta Semana Santa no pude ir a todas las misas. Eso me hace sentir mal, pues siempre he sido una de las que apoya al padre en todas estas actividades, pero Diosito sabe que no fue por mi culpa. Y es que hubo días en que tuve que llenar el tanque de agua y para ello debía aprovechar cuando había energía eléctrica, porque como bien en sabido lo hacemos con el uso de motobombas”, relata Dilia.
Añadió, por otra parte, que por la escasez de transporte público no pudo visitar la tumba de su esposo el Viernes Santo. “Es la primera vez en ocho años que dejo de visitar la tumba de mi esposo. Ese día esperé transporte y nada. Y eso que, supuestamente, algunas unidades iban a cubrir las rutas. Incluso una vecina me dijo que si abastecía de combustible temprano me llevaba, pero duró varias horas en la estación de servicio y no pudo llenar su tanque”, precisa.
En Caracas, muchas personas debieron caminar largos trayectos con el objetivo de arribar a las iglesias. Asimismo, a través de Twitter, periodistas de la capital del país de mayores reservas de petróleo, reportaron que durante el asueto por la ´Semana Mayor´ habitantes de varios sectores debieron acudir a algunas quebradas y tomas de agua, de dudosa procedencia, para abastecerse del vital líquido.