[dropcap]C[/dropcap]uenta Enrique García Catalán en su libro ‘Una ciudad histórica frente a los retos del urbanismo moderno: Salamanca en el siglo XIX’ que la escalera del Ochavo estuvo en el punto de mira de las reformas que se debían hacer en la Plaza Mayor.
A finales del siglo XIX, esta escalera daba acceso a la Plaza Mayor desde la plaza de la Verdura y Poeta Iglesias, frente al edificio de la Lonja. “Había sido construida en 1807 por el arquitecto Juan Marcelino de Sagarvinaga, con dos tramos y una covachuela bajo la mesa central. En 1881 el arquitecto municipal, José González Altrés, propuso arreglarla, y el Ayuntamiento estudió la propuesta, considerando necesario adquirir la covachuela para dar al sitio la amplitud y belleza que reclama, por su proximidad a la Plaza Mayor.
La nueva escalinata tenía que ser espaciosa y elegante, y para construirla se pensó utilizar las piedras que formaban las aceras de la calle San Justo, que eran de buena calidad, de granito; dejarían para la calle otras de peor calidad.
Sin embargo, finalmente no se llevó a cabo la intervención, como bien refleja la crítica recogida por el periódico El Adelanto en 1890, que denunciaba el mal aspecto que seguía teniendo aquella escalera.
Los periodistas se preguntaban: quién puede creer desde la plazuela del Poeta Iglesias, que aquel microbio arquitéctónico de acceso a tan gran monumento.
Las escaleras del Ochavo no fueron reformadas hasta 1925, con un proyecto del arquitecto municipal Ricardo Pérez”.
Ricardo Pérez estuvo en su puesto como arquitecto municipal más de tres décadas, en las cuales, según cuenta Sara Núñez, en su artículo para la revista de arte Norba: ‘El arquitecto Ricardo Pérez Fernández 1894-1975, titulado en 1922. Biografía y Trayectoria, “el arquitecto tuvo presente el peso de la monumentalidad de Salamanca, actuando de una manera respetuosa con ese entorno.
Así por ejemplo, cuando sólo llevaba unos meses instalado en la ciudad, Pérez Fernández resolvió uno de los accesos a la Plaza Mayor con la conocida como escalerilla del Ochavo, que salvaba el desnivel existente entre el ágora y la plaza del poeta Iglesias.
El técnico apostó por un diseño de un solo tiro en forma de cuarto de círculo, donde prescindió de cualquier elemento decorativo que distorsionase el monumento”.
Las escaleras de la Gran Vía
Ricardo Pérez Fernández también firmó otras escaleras significativas y muy queridas por los salmantinos, las de la Gran Vía. Conocidas por todos como las de La Riojana, debido a que allí estaba este establecimiento tan popular.
El arquitecto municipal mantuvo el mismo criterio que siguió con las de la Plaza Mayor. Las escaleras de la Gran Vía, que salvan un gran desnivel fueron proyectadas en 1942 para librar la diferencia de alturas entre la calle Asadería y la Gran Vía.
Otras escaleras de la Plaza Mayor
Hay dos escaleras más en la Plaza Mayor, que no fueron proyectadas por Ricardo Pérez Fernández, son las denominadas ‘Las de Pinto’, porque allí a finales del siglo XIX había una farmacia cuyo titular era Don Ángel Villar y Pinto.
Y las que ocupan la parte del Pabellón Real de la Plaza Mayor, por las que antiguamente se accedía a la plaza de la Verdura, hoy Mercado Central.
Estas tres escaleras de acceso a la Plaza Mayor tienen su sentido porque el monumento está levantado en un terreno en pendiente.
Documentación:
‘Una ciudad histórica frente a los retos del urbanismo moderno: Salamanca en el siglo XIX’, de Enrique García Catalán.
Revista de Arte Norba: ‘El arquitecto Ricardo Pérez Fernández 1894-1975, titulado en 1922. Biografía y Trayectoria’, por Sara Núñez Izquierdo.
1 comentario en «La escalera que nadie quería arreglar»
Y porque están en pendiente, no se limpian??? Y los pasamanos, están de ese color por algo estético??? Y eso q no hay quien ponga las manos en ellas.