[dropcap]Q[/dropcap]ueremos ir a descansar a los pueblos, porque allí se respira tranquilidad, pero no queremos oler las muñigas de los animales.
Queremos disfrutar del grillo, pero solo cuando paseamos por el campo, no en la habitación.
Queremos comer huevos recién puestos por las gallinas, pero no escuchar el canto del gallo al amanecer.
Queremos beber leche recién ordeñada, pero no tropezarnos con sus excrementos. Y así podíamos continuar.
Más o menos, esto es lo que denuncia el pastor Nel Cañedo en su vídeo.
Claro que hay otra lectura del mundo rural, la de aquellas personas que viven del turismo rural. Así, un empresario de Cangas de Onís está poniendo en entredicho los cánticos madrugadores de los gallos de su vecino.
Según el diario 20 Minutos, este empresario les ha asegurado que no cantan a horas normales, por lo que deduce que es el dueño de las aves el que las ‘despierta’ para que se pongan a cantar y así molesta a sus huéspedes, para perjuicio de su negocio.
El hostelero ha medido los decibelios de los cánticos ‘gallunos’ y estos superan los 50 decibelios permitidos por la Ley. Para hacernos una idea, 50 decibelios equivaldría a la charla de un grupo de personas. 70, una motocicleta y 130 sería como el despegue de un avión.