Las lecciones de Marcelino Legido

JESÚS MÁLAGA: ‘Desde el balcón de la Plaza Mayor’ (Memorias de un alcalde)
El Cubo de Don Sancho.

[dropcap]P[/dropcap]ara terminar estas referencias a los mítines de los primeros años de la democracia quiero dar a conocer uno especial que tuvo lugar en el Cubo de Don Sancho. En este pueblo estaba de cura Marcelino Legido, el profesor de Filosofía del que he hablado con anterioridad. Marcelino fue un sacerdote de vocaciones tardías. Dejó la Universidad de Salamanca para ordenarse sacerdote. Vivió unos años en Pizarrales, en ese tiempo coincidimos con él cuando María José y yo estábamos implicados en una campaña de alfabetización.

Una vez ordenado sacerdote, Marcelino marchó al Cubo de Don Sancho donde formó lo que él llamó “La Escuela de la Justicia”. Todas las semanas los vecinos se reunían en un local parroquial para estudiar y discutir sobre temas de actualidad. Al finalizar la reunión, Marcelino aportaba a cada asistente la bibliografía pertinente para que en la reunión siguiente cada uno conociese los argumentos y los utilizase cuando los considerase oportuno. Cuando llegamos a dar el mitin la escuela llevaba funcionando algunos años. Era normal ver a un pastor apacentando sus ovejas sentado en un prado leyendo a Marx, Engels, Hegel o Prudhom. Era, y es, un pueblo singular donde sus vecinos conocen a los pensadores más importantes de la historia, como si fueran miembros avezados de un seminario de filosofía de la Universidad de Salamanca.

Llegamos al pueblo y fuimos a ver Marcelino. Nos invitó a cenar. Tuvo que pedir prestado algún huevo, ya que solamente le quedaba uno. Vivía en la más estricta pobreza. Cuando visité el Cubo llevaba ya un tiempo ejerciendo de alcalde de Salamanca y había defendido las tesis del Cubo en el Patronato Rodríguez Fabrés, del que era patrono en representación del Ayuntamiento de Salamanca. Solicitaban que una de las fincas que tenía el patronato en su término municipal fuera vendida por un precio justo al vecindario del pueblo. Tras mucha lucha, la operación se realizó y el pueblo, conocedor de mi postura, me lo agradeció.

En el mitin las pasamos canutas. La señora María y el señor Juan, nombres supuestos, nos hacían preguntas comprometidas que apenas podíamos responder porque sabían mucho más que nosotros. Aquel día aprendimos una lección de humildad que nunca olvidaríamos. Otros partidos evitaron enfrentarse con “La Escuela de la Justicia”, experiencia maravillosa realizada por un cura atípico, teólogo y filósofo, que fue referente para una Iglesia conciliar que, con el tiempo, pasó a mejor vida.

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