Recuerdo mis paseos de juventud por un camino mal asfaltado y empedrado, el Camino de la Aldehuela. El único atisbo de civilización urbana por aquellos aledaños de la ciudad, era la centenaria fábrica de Mirat pegada a la via del tren. Junto a la fábrica, ni siquiera existía el parque de los Jesuitas, sino una huerta que pertenecía a estos religiosos, y que era de uso privado. Por aquella época, para llegar a la Aldehuela, teníamos que pasar por delante de una cárcel que se encontraba situada en una inhabitada periferia de la ciudad, y que aún sintiéndola alejada de nuestros hogares, nos producía escalofríos.
Al caminar a la altura de la misma, inconscientemente nuestro paso se tornaba acelerado, pues era un hecho que las personas que se encontraban dentro, lógicamente no estaban allí encerradas por su loable comportamiento cívico y social. A pesar de eso, y aún habiendo conocido algunas fugas ocurridas en el centro penitenciario, y otros hechos nada agradables que ahora no sería oportuno mencionar, la población contaba con la tranquilidad de saber que las medidas de seguridad eran las adecuadas y que el centro estaba atendido por los profesionales de prisiones así como por los cuerpos de seguridad correspondientes. Una vez pasado el centro penitenciario, se podían divisar las huertas y los campos rebosantes de rojas amapolas. Entre esas extensiones, se alzaba un convento de monjas y una fábrica abandonada.
Años más tarde, con el boom inmobiliario, todos aquellos terrenos se fueron recalificando y se convirtieron en suelo urbano. Lógicamente los responsables políticos de la época, se dieron cuenta de que la ubicación del centro penitenciario ya no era la adecuada si pretendían lograr la venta de todas las viviendas proyectadas.
De todos es sabido quién tiene el poder para conseguir mover montañas: los que manejan el dinero a gran escala, los políticos y la Iglesia.
Así que, rápidamente la cárcel desapareció de aquella nueva zona urbanizable, y se comenzó a gestar un bello barrio, al que se denominó «Barrio de la Prosperidad», que poco a poco, fue habitándose por gente joven, por personas luchadoras y trabajadoras, que buscaban una vida tranquila, en una zona en donde poder formar una familia y en donde sus hijos pudieran disfrutar de una infancia y una juventud en un ambiente sano. Creo no equivocarme si afirmo que no fue fácil para ninguno, pues en aquella época las hipotecas eran terroríficas y casi todos todavía estábamos levantando el vuelo.
Aún así, la decisión estaba tomada: valía la pena hipotecarse hasta las cejas e invertir en una vivienda con ese gran esfuerzo económico de por vida; todo a cambio de poder garantizar una convivencia en paz para nuestras familias. Invertimos para poder dejarles a nuestros hijos un hogar del que pudieran disfrutar ellos cuando nosotros ya no estuviéramos.
Hoy por hoy, entre todos, con respeto y educación, hemos forjado un barrio BELLO con mayúsculas, el Barrio de la Prosperidad, con varios colegios y centros infantiles, con parroquias e Iglesias, con centros de arte y cultura, con un macroedificio que alberga gran parte de las secciones de la Junta de Castilla y León, un cuartel de la Policía Local, un novedoso centro de Insolamis, la Fundación Tutelar Castellano Leonesa de Deficientes Mentales, un centro de educación de adultos, con servicios, con comercios… un barrio a todas luces solidario e implicado en la integración de personas con necesidades especiales, un barrio en el que los niños pueden jugar en los parques, los adolescentes pueden salir tranquilos y disfrutar en un entorno sin drogas, y en el que los jóvenes regresan a sus casas sin temor a ser asaltados.
En la actualidad, la construcción está enferma. Se encuentra en un impasse tras el desplome de la burbuja inmobiliaria, por lo que de momento, no cuenta con el poder abismal que había adquirido en aquella época, con lo cual, ha perdido el protagonismo ocupado hasta entonces como una de las principales mandatarias de la política por razones obvias.
Pero, ¿qué hay del otro segmento de poder?, la Iglesia sigue cautivando a las altas esferas, como lo ha venido haciendo a lo largo y ancho de la historia de la humanidad. Estamos asistiendo al alunizaje de la dictadura de la Iglesia en este bello barrio y, como siempre, aunque pretenda vendernos lo contrario, NO lo hace de manera altruista. Aquí se está gestando un proyecto tan cuantioso como goloso.
El convento de las Religiosas Cistercienses, ubicado en el Camino de las Aguas, dicen que se encuentra en un estado ruinoso y debe estar habitado por pocas personas (ignoro los datos y no sé quién podría facilitármelos). Como se puede ver en google maps, se trata de un enorme edificio, situado en una parcela de grandes dimensiones, que da a cuatro calles y que cuenta con un huerto y un bello claustro ajardinado. Un lujo, como la mayoría de edificaciones con las que cuenta la Iglesia, situado en una zona relativamente céntrica, de reciente expansión en la ciudad.
Estamos asistiendo al alunizaje de la dictadura de la Iglesia en este bello barrio y, como siempre, aunque pretenda vendernos lo contrario, NO lo hace de manera altruista. Aquí se está gestando un proyecto tan cuantioso como goloso.
El único objetivo de la Iglesia, como ha hecho a lo largo de su existencia, es encontrar el modo de proceder a su rehabilitación sin gastar dinero y sin pagar los impuestos a los que por supuesto, sí tendremos que hacer frente el resto de los ciudadanos de a pie. Bajo atractiva denominación de «cesión», subyace el rentable negocio. La Iglesia gozará de una inversión multimillonaria (que financiaremos todos menos ellos), y gozará en adelante del disfrute de modernas instalaciones, propias de los hoteles de cinco estrellas, a las que dudo mucho que alguno de los vecinos del Barrio de la Prosperidad pudieran tener acceso ni siquiera en sus mejores sueños.
Entre tanto, toca analizar la tipología de los futuros huéspedes. Los tiempos que corren están siendo difíciles para todos. Muchas personas de este barrio se encuentran actualmente en el paro, o tienen trabajos precarios, y a pesar de eso, no logran cobrar ningún tipo de pensión ni sueldo. Sin embargo, no son candidatos al disfrute de una moderna habitación para alojarse en el convento.
El colectivo de personas que pretenden traer a esta ubicación (salvo contadas excepciones), cobra todo tipo de ayudas en pro de su reinserción en la sociedad, aunque las estadísticas demuestren que sólo una ínfima minoría se reinserta, volviendo a las drogas y a las adicciones, y volviendo a delinquir. Son reincidentes porque saben que no les va a pasar nada, saben que lo van a tener fácil, no se les pide nada a cambio, la sociedad siempre les dará otra oportunidad.
No hay nada que decir en cuanto a los loables objetivos del Proyecto Hombre (sin adentrarnos en temas económicos y de intereses de las ONGs que van más allá).. En la prensa se está haciendo mucha demagogia en contra de los vecinos que como ciudadanos, tenemos derecho a manifestamos en contra de la ubicación del Proyecto Hombre en nuestro barrio. Es muy fácil mantener el típico discurso de hacer malo al otro, y de esconder toda la verdad. Al hilo de la reflexión anterior, ¿se trata realmente de una cuestión de solidaridad y tolerancia ciudadana o de hacer negocio? Las ONGS tienen importantes intereses en poner en marcha este tema: pero señores, ¿cuáles serán sus verdaderas ganancias? Las de la Iglesia ya las conocemos, ¿y las del Ayuntamiento?
Si realmente les importa a todos la reinserción de estas personas, ¿por qué motivo NO les importa poner en peligro el bienestar del barrio en donde se quiere ubicar? Y lo más grave es que para atender a este colectivo, la población en este caso no va a contar con la tranquilidad de saber que las medidas de seguridad van a ser las adecuadas, como ocurría con el centro penitenciario al que se ha hecho referencia anteriormente, ni este centro estará atendido por los profesionales de los cuerpos de seguridad correspondientes. Es evidente que el peaje a pagar es muy alto, ya que traerán al barrio conductas sociales nada recomendables que perturbarán gravemente la convivencia (como ha venido sucediendo en todos los barrios de otras ciudades en las que se ha acabado implantando).
¿se trata realmente de una cuestión de solidaridad y tolerancia ciudadana o de hacer negocio? Las ONGS tienen importantes intereses en poner en marcha este tema: pero señores, ¿cuáles serán sus verdaderas ganancias? Las de la Iglesia ya las conocemos, ¿y las del Ayuntamiento?
Y mientras tanto, los principales afectados, los vecinos que ven cómo se devalúa todo el esfuerzo por el que han luchado durante tantos años, y que ven peligrar la integridad de sus hogares y de sus familias, no tendremos más remedio que seguir pagando religiosamente nuestros impuestos y continuar cumpliendo con la ley. Somos la plebe, los pagadores, los insolidarios. A la vista está que hacer demagogia sin la transparencia que se merece este asunto, es muy fácil.
Por eso, lucharemos para que la ubicación del Proyecto Hombre no se localice en este barrio. El que no vea la evidencia de los problemas que eso acarrearía o está ciego o tiene muchos intereses personales, y no es un vecino de esta zona.
Quizá ahora que van a tener lugar unas elecciones municipales, sea el momento apropiado para que los políticos tengan en cuenta nuestras inquietudes y se paren a pensar en la posibilidad de dotar de un centro de salud a la población de este barrio, que cumple con sus deberes ciudadanos. O quizá barajen la opción de rehabilitar el convento para albergar una magnífica residencia para los ancianos más desfavorecidos que han contribuido con sus impuestos toda su vida, y a los que ahora les resulta imposible acceder a unos merecidos cuidados en centros privados o que, por desgracia, no tienen la oportunidad de obtener una plaza en las residencias dependientes del ayuntamiento.
En conclusión, a todos los políticos y personas implicadas en este tema, los vecinos del Barrio de la Prosperidad decimos NO a la ubicación del Proyecto Hombre en el convento de las Madres Bernardas. Reivindicamos la merecida prosperidad como ciudadanos ejemplares que hemos demostrado ser en nuestro barrio, y no deseamos que nos impongan la adversidad.
Una vecina de Prosperidad
9 comentarios en «Prosperidad en la adversidad»
Resido en este barrio y me da pena que algunos de mis vecinos tengan una opinión tan insolidaria como la que se expresa en este artículo.
No sé si somos muchos o pocos, pero hay gente que sí es solidaria y no se opone a la instalación.
No se puede hablar de solidaridad, si las personas de la plataforma no tiene ningún tipo de información, no conoce el Proyecto, ni que detrás hay personas, no han dejado hablar a nadie – la asamblea del Luis Vives los que fuimos y estábamos a favor no pudimos ni opinar y pensáis que nos mandó Proyecto Hombre.
Solidaridad no es: ir a un colegio religioso, ir a una parroquia o salir en una procesión – cosas que los que estáis en esta plataforma debéis hacéroslo mirar.
Y además tal y como cuelgan en Facebook hay que aprovechar el momento político para que no se devalúen sus pisos.
Menos mal que hay otros vecinos que estamos callados y estamos a favor de la instalación de Proyecto Hombre en la Prosperidad y de verdad prosperaremos el día que podamos ser más solidarios y no opinemos de quién puede o no estar en mi barrio
¿Pero qué coño dices?
Soy tan vecino del barrio como tú y no puedo estar más en desacuerdo.
Me da incluso un poquito de vergüenza…
Creo que hay palabras que usas porque lo has oído de pasada y que tú trabajas poco, solidaridad e integracion de personas. Esto se hace a través de entidades que apuestan por estas personas. Y vuestra plataforma no apoyáis.
Lo último que habéis hecho hoy – colgar carteles de se vende, en vuestras casas – indica vuestra preocupación: devaluación de vuestros pisos
Siento miedo y vergüenza de tener un barrio así
Esta no es la historia del barrio, el nombre es anterior, … Qué daño se está haciendo al barrio, pero en esta lucha sin sentido que habéis comenzado, ni venceréis ni convenceréis
Eso de meter a todos los vecinos en el mismo saco de tu propia opinión es un ejercicio muy arriesgado. Yo estpy a favor del centro. Solidaridad con las personas que tienen problemas. Simplemente eso. Si respondes que se lo pongan a otros vecinos, tú mismo te retratas con la falta de esa solidadridad que muchos de los que están en contra de la instalación exhiben sin ápice de pudor.
Yo tambuen tengo edad para recordar, el barrio de Prosperidad ya se llamaba así mucho antes de que se construyera en la parte de abajo y desde mucho antes ya había demostrado su construcción solidaria eb un barrio de casas bajas y humildes, pero en la que ninguna persona se sentia extraño. Un barrio que se desarrollo con proyectos como El Milagro: ladrillo a ladrillo con la solidaridad de todos. Porque pensabamos que la educación y la solidaridad era la mejor opción. Por eso asisto con estupor y tristeza a esta ola de rechazo a personas y familias que apuestan por mejorar su situación. Convencido como estoy de que la mejor sociedad también la más segura es aquella que oota por incluir a todos y aportar programas y servicios que incorporen también a aquellos que por distintas circunstancias necesiten de una segunda oprtunidad, les digo que también vivo en este barrio y que deseo que Proyecto Hombre y otras muchas entidades y ONGs sigan con su loable y si estiman que nuestro barrio es el adecuado para desarrollar dicha labor, pues cuentan con mi apoyo
No quiero que se hable en mi nombre, ni en el nombre de mi barrio. Somos muchos los que apoyamos la ubicación del proyecto, porque todo lo que sea decir sí a la labor y no a la ubicación es echar balones fuera. Si creo en la reinserción, en las segundas oportunidades, en los profesionales que trabajan con estas personas, en la labor integral de proyecto hombre …no puedo darles ningún «NO», tampoco a la ubicación.