[dropcap]S[/dropcap]oy perro. Me siento perro. Soy de perro quiero decir. Más que de gato, nada fan en realidad. ¿En serio es sensato fiarse de un mamífero ataviado con ojos de reptil? Además el perro es mucho más listo (pero menos sabio, sí). Aprende lo que le enseñes. Costará un rato porque vienen con la CPU formateada. Esto conlleva la fatigosa técnica de la repetición. Incluida la geolocalización adecuada donde depositar las deposiciones. En eso se parecen a ti. Tú también eres perro por mucho de gatunesco o gatunesca que creas tener, lo siento. Incluso, en muchos sentidos el can es mejor. Más eficiente quizás. Sin rencores. Por eso mismo lo digo.
Pero el gato… Se mete en casa del enemigo a sabiendas de que lo convertirá en su hogar sin hincarla. Sabios que son. ¿No te da la impresión de que cuando están a solas no hacen otra cosa que limarse las uñas y esperar el momento adecuado para tomar el control del planeta? Nos salva que son vaguetes, que si no…
El caso es que he conocido una gatita que me está enseñando cosas geniales. Nonagenaria ya. Es cierto, sabe más el gato por viejo que por gato. ¿Qué me enseña? Pues sin decir ni miau, imparte másters acerca de qué va eso de la vida. Me contaban que en sus años mozos era todo energía. De siempre puso a su titular a trabajar para que no le faltara de nada, desechaba las cosas de gatos sustituyéndolas por cacharros cuyo lógico lugar es el contenedor de reciclado correspondiente. Enseñanza número uno. Dame lo que me mola y olvídate de darme lo que tú crees que me molará. Ignoraré ese falso ratón de 60 euros de maleducoamimascotaporquecreoqueeshumana.com y ya. Trae acá ese papel de plata del bocata de chopped. Te daré la turra hasta que aciertes, porque es lo que quiero. Y oye, ve a trabajar que quiero mis panchitos.
Enseñanza número dos: Aquí habrá amor y bueno rollo cuando yo lo quiera, y en caso de discutirnos, lo haremos cuando yo lo considere. Ahora quiero caricias y carantoñas. Eh, te has pasado un pelo, aquí mi pago, el aterciopelado látigo de mi indiferencia. Y no me pongas caritas, aquí mando yo. Venga, a trabajar, que tenemos muchos gastos. Prueba a llamarme si quieres, verás cómo me acerco en cuanto quiera pillar cacho.
La tercera y última enseñanza, que esto tampoco estamos en el Animal Geographic, es la relevante de verdad. Tú y yo, en representación de todos los humanos del mundo, aunque este caso no sea el caso, andamos buscando de un tiempo a esta parte las malditas grajeas esas de las que se habla en el mercado de la felicidad para su ingesta cada 8 horas. En frecuente agobio cíclico preguntándonos quienes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos… El talentoso gato viejo en cambio, come cuando tiene hambre, duerme cuando tiene sueño, juega un rato cuando le apetece y si quiere un mimo se lo consigue.
Y tú, ya sabes, a currar, que vienen las facturas.
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