El golpe de Estado en Salamanca

JESÚS MÁLAGA: ‘Desde el balcón de la Plaza Mayor’ (Memorias de un alcalde)
plaza mayor
La Plaza Mayor de Salamanca. Foto. Pablo de la Peña.

[dropcap]E[/dropcap]n días posteriores, la justificación dada por el gobernador militar para el transporte de tropas a altas horas de la madrugada fue la de que se estaban trasladando a los Montalvos para hacer maniobras. He preguntado muchas veces por este asunto a militares amigos y he sacado la siguiente  conclusión: no eran horas para el traslado de tropas para realizar maniobras y que por lo tanto Engo realizó un movimiento a favor de los golpistas que luego intentó ocultar. Su postura coincidió con la del capitán general de Valladolid, el general Campano, que fue el último de los capitanes generales en ponerse a disposición del rey Juan Carlos. Cuando el general llamó al monarca, éste se negó a ponerse personalmente al teléfono.

José Luis González, nuestro senador socialista, me llamó varias veces para comentar los acontecimientos, y los concejales me informaban cada rato de lo que veían desde su domicilio. Todo fue tranquilidad en las calles de Salamanca, excepto el incidente de Carmelitas. La gente no durmió nada esa noche, estuvo pendiente del televisor y esperando que acabase el despropósito de la toma por la fuerza del Congreso de los Diputados.

Cuando habló la cúpula de los empresarios posicionándose contra el golpe, las cosas comenzaron a verse de otra forma. Los poderes fácticos del Estado, los partidos políticos, los sindicatos, los empresarios se desentendían de la locura de Tejero. Cuando habló el rey Juan Carlos las cosas se decantaron a favor de la Constitución y muchos españoles se fueron a la cama, que no a dormir, porque aquella noche fue la de los transistores, y la mayoría de nosotros la pasamos en blanco.

Extrañó la postura de mirar para otro lado de la jerarquía católica, que en vez de encararse con los golpistas y dar una palabra de aliento a los católicos españoles en aquellos momentos difíciles, se fueron a dormir como si la cosa no fuera con ellos. Me extrañó sobre todo que lo hiciera el cardenal Tarancón, ya que había tenido una postura claramente democrática durante la transición.

Amaneció el 24 de febrero con frío en Salamanca y me trasladé al Ayuntamiento. Éramos conscientes de que la Constitución española y las instituciones del Estado habían estado en peligro. Convocamos a los partidos políticos de la ciudad para organizar una gran manifestación en defensa de la Constitución y la democracia. Ningún partido democrático faltó a la cita, incluso Alianza Popular, que se dividió a la hora de votar entre los que apoyaron y los que rechazaron la Carta Magna, se pusieron a trabajar con denuedo para que no faltara nadie a la cita de la calle.

Pusimos una gran pancarta en el balcón del Ayuntamiento en la que se leía “Salamanca con la Constitución”, y comenzamos a preparar con esmero la manifestación que se había convocado en toda España. La cabecera de la marcha estaba formada por el alcalde, los parlamentarios, el presidente de la Diputación y los líderes de los partidos políticos democráticos. Como si se hubieran abierto todas las puertas de la ciudad, la Plaza Mayor, la que siempre acoge las más diversas formas de manifestarse de los salmantinos, no daba de sí para acoger a tanta gente, Recorrimos la ciudad miles de personas, fue la marcha más numerosa de cuantas se han celebrado en Salamanca. Parecía que todos los salmantinos éramos conscientes de que teníamos que proteger algo que habíamos estado a punto de perder. Algunos partidos de la derecha se mostraron especialmente colaboradores para que la manifestación fuera un éxito.

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