[dropcap]E[/dropcap]xentos de cualquier complejo, PP y Ciudadanos se han empeñado en Castilla y León en refrendar el fatídico principio de la Ley de Murphy según el cual todo es susceptible de empeorar. Si ya el principio de acuerdo alcanzado entre ambos para repartirse la Junta constituía toda una felonía al electorado por parte de la formación de Albert Rivera, que utilizó como máxima bandera electoral el cambio político y la regeneración democrática en una comunidad prostituida por 32 años de gobierno del PP, el enjuague pactado en el ámbito municipal y provincial (Ayuntamientos y Diputaciones) alcanza plenamente la categoría de ignominia.
Y no sin algún cabreo interno -singularmente por parte del presidente provincial del PP y de la Diputación de Burgos, César Rico– el PP se avino al capricho de la cúpula nacional naranja. En este punto la postura de los populares ha sido clara y diáfana desde el primer instante: tragar con todo lo que sea con tal de que Alfonso Fernández Mañueco sea presidente de la Junta y el partido siga conservando el grueso del momio de la Administración Autonómica. Ya se compensará desde el Colegio de la Asunción a los damnificados con otros cargos al nivel adecuado (atentos especialmente a los próximos delegados territoriales en Burgos, Palencia o Segovia).De plantear de forma sobrevenida y retroactiva un veto a alcaldes y presidentes de Diputación que llevaban 8 años en el cargo, Ciudadanos se descolgó la semana pasada exigiendo, así sin más, las alcaldías de Burgos y Palencia y las presidencias de las Diputaciones de Burgos y Segovia, corporaciones todas ellas en las que el partido naranja es la tercera fuerza política a años luz de las dos primeras. ¡Menos mal que no perseguían sillones y abjuraban del cambio de cromos…!
Éramos pocos y reaparece Maroto.- Con ese aberrante compromiso se llegaba el pasado sábado a la constitución de los ayuntamientos de Burgos y Palencia, en los que PP y Ciudadanos daban por descontado que Vox, imprescindible para consumar el cambalache, asumiría sin resistencia su papel de comparsa.
¿Y cual fue la reacción del PP ante semejante chasco? Pues la de añadir mayor dosis de ignominia, anunciando desde Madrid a través del devaluado Javier Maroto (ese fracasado incapaz de renovar su propio escaño de diputado al que Pablo Casado había relegado tras el fiasco de las pasadas elecciones generales) una inmediata moción de censura que haga alcalde, sí o sí, a Marañón, no vaya a peligrar si no la presidencia de Fernández Mañueco. Hasta los mismos de C´s han tenido que frenar los ímpetus del motorista de Génova, entre otras cosas porque antes tendrán que garantizarse que los díscolos de Vox entran en el redíl.Y he aquí que los dos concejales burgaleses de la ultraderecha no pasaron por el aro y la alcaldía recayó sobre el socialista Daniel de la Rosa, cabeza de lista del partido más votado (11 concejales), dejando colgado de la escalera a Vicente Marañón, el candidato de Ciudadanos, que, con 5 de los 27 concejales, pretendía ser alcalde. C´s no midió el riesgo de que en Vox alguien se rebelara ante el ninguneo y desprecio infligido por Rivera y los suyos. Y en el pecado han llevado la penitencia.
Y de milagro no se reprodujo la situación en Palencia, donde el trágala al que ha sido sometido es Vox es aún más indigerible que el de Burgos. El nuevo alcalde de Palencia, Mario Simón, confesó haberse enterado por la prensa de que su partido había exigido para él la alcaldía de un ayuntamiento en el que cuenta con tres de los 25 concejales.
El vergonzante mutismo de Igea.- A todo esto, el hasta ahora cabeza visible de Ciudadanos en la comunidad, Francisco Igea, lleva días desaparecido ante la opinión pública. Arguyendo que no hablará hasta que no se cierre el pacto, el paladín del cambio y de la regeneración democrática en Castilla y León no ha vuelto a decir esta boca es mía. ¿Es que acaso lo de las alcaldías de Burgos y Palencia no ha formado parte del pacto? Y suya fue la ocurrencia de vetar a los alcaldes del PP que llevaran ya 8 años en el cargo, veto que por cierto no se ha aplicado en Aranda de Duero, donde Raquel González ha sido reelegida para un tercer mandato gracias al apoyo de C´s y Vox.La reacción de la única concejala de Vox, Sonia Lalanda, fue la de calificar de “bochornoso” dicho pacto, del que se desmarcó haciendo de ello una cuestión de “dignidad”. Sin embargo, en el último momento Lalanda secundó el apaño, del que el principal damnificado no es el anterior alcalde, Alfonso Polanco (9 concejales), sino la socialista, Miriam Andrés (11 concejales). Después de lo ocurrido en Burgos, que la ha dejado en evidencia, posiblemente la concejala palentina de Vox esté arrepentida de la forma en que ha enterrado su “dignidad”. Mientras tanto al tal Simón le espera todo un papelón.
Lo previsible es que populares y naranjas pacten el nombramiento del nuevo presidente, presumiblemente de Ciudadanos, partido que con 12 escaños se garantizaría así dos de los seis puestos de la Mesa, los mismos que el PSOE (35 procuradores) y el PP (29). Aunque tratándose de una votación secreta y visto el empeño Rivera -¿Quo vadis, Albert?- en dar pábulo a la fatídica Ley de Murphy, habrá que esperar al escrutinio antes de dar nada por sentado. Por estos lodazales discurre la política en Castilla y León.A la espera de lo que depare la constitución de las Diputaciones provinciales, terreno especialmente abonado a toda clase de componendas y más en las actuales circunstancias, el próximo acto de este esperpento político va a tener lugar el próximo viernes, fecha fijada para la constitución de las nuevas Cortes de Castilla y León. El acuerdo PP-C´s ha de reflejarse en la elección de los seis miembros que integran la Mesa de la Cámara, ya que de lo contrario el PSOE contaría con la presidencia, una vicepresidencia y una secretaría, lo que de facto le otorgaría mayoría en dicho órgano.