[dropcap]L[/dropcap]a burda opereta puesta en escena en Castilla y León por Ciudadanos con el histriónico Francisco Igea a la cabeza del reparto (nunca mejor dicho lo del reparto) no podía prolongarse más. Y pese a que hasta el último momento se ha tratado de confundir al espectador, el desenlace estaba cantado desde que Albert Rivera optó por prorrogar en esta comunidad los 32 años de gobierno del PP, frustrando las expectativas de alternancia y cambio político que su propio partido y, con especial enfásis su candidato, habían alentado antes y durante la campaña electoral.
Hasta tal punto caló la idea de que Ciudadanos iba a pactar con el PSOE que Alfonso Fernández Mañueco, no se cansó de repetir durante esa campaña que votar naranja significaba franquear la entrada del “sanchismo” en la Junta de Castilla y León, mensaje que Igea en ningún momento se molestó en desmentir. Y ha dado igual que después los resultados electorales -victoria socialista con seis escaños de ventaja sobre el PP- avalaran esas expectativas de cambio.
Después de haber justificado el tripartito andaluz en la necesidad de dar paso a la alternancia política en una comunidad gobernada durante décadas por los socialistas, en Castilla y León Rivera se ha pasado por el forro los principios que siempre había proclamado, desautorizando con ello al candidato de su partido a la presidencia de la Junta, quien basó toda su campaña electoral en el mantra de la urgente necesidad de cambio y regeneración democrática.
Ante semejante desautorización, Igea solo tenía una salida digna: echarse a un lado y dejar que otro ilustre del partido, tal que el vacuo Luis Fuentes, gestionara un pacto, que comporta un manifiesto fraude político a la ciudadanía. Sin embargo, lejos de esa reacción ética, se ha prodigado durante semanas en postureos y maniobras de distracción en un vano intento de enmascarar su abdicación personal y política. Y lo único cierto es que no ha tenido el menor escrúpulo en pactar con Mañueco, primero un teórico programa de gobierno, y después un reparto de sillones, en el que se reserva la vicepresidencia única y la Portavocía de la Junta.
Transparencia y Regeneración, una consejería -trampantojo.- Aunque Igea venía exigiendo un gobierno “paritario”, es decir con el mismo número de consejerías para cada partido, finalmente el PP gestionará seis y Ciudadanos cuatro (o mejor dicho, tres y esa nueva consejería-trampantojo denominada de Transparencia y Regeneración Democrática). En realidad, salvo que las competencias de Industria salen de Economía para asociarse con las de Empleo, la estructura orgánica de la Junta prácticamente se mantiene tal cual. El PP se queda con Economía y Hacienda, Presidencia, Educación, Fomento y Medio Ambiente, Agricultura y Familia, cayendo del lado naranja Sanidad, Industria y Empleo, Cultura y Turismo y el mencionado “trampantojo” con el que Igea pretende mantener izada una bandera a estas alturas tuneada con dos tibias y una calavera.
Habrá de producirse la investidura de Fernández Mañueco para conocer el conjunto de nombres que va a sentarse en el nuevo Consejo de Gobierno, que, de entrada, va a tener un rasgo común con el último presidido por Juan Vicente Herrera: Un presidente de natural pusilánime condicionado por la poderosa influencia de un vicepresidente sinuoso, extraordinariamente pagado de sí mismo y, según se ha visto, bastante dado a insultar la inteligencia.
La diferencia es que Mañueco e Igea no son amigos personales ni compañeros de partido, sino interesados compañeros de viaje que recelan entre sí. Un viaje incierto en el que desde la partida va a flotar sobre el ambiente el conocido maleficio que pesa sobre la vicepresidencia de la Junta. A propósito, ¿qué pensará de la abdicación de Igea la ex vicepresidenta de la Junta, Rosa Valdeón, que se paseó con él por Zamora al final de la campaña con el deliberado y común propósito de meterle el dedo en el ojo a Mañueco, el protegido de su bestia negra Fernando Martínez Maillo? ¿Qui lo sa…?
Pudo parecer un exceso cuando hace una semana auguré que había un escenario peor al de la prolongación del nefasto ciclo de 32 años del PP manejando la Junta de Castilla y León, cual es que lo vaya a seguir haciendo en comandita de otro partido, Ciudadanos, que, lejos de regenerar nada, tiene todos los visos de venir a degradar aún más las instituciones de gobierno de esta comunidad. Y después de lo ocurrido en días pasados en el ámbito de las Diputaciones provinciales, no creo haberme excedido en absoluto.
Rapiñando en las Diputaciones.- ¿Como se puede tener la desfachatez de asumir con un solo diputado de un total de 25 la presidencia de una Diputación provincial y hacerlo además en nombre del cambio y la regeneración democrática? ¿Cabe mayor mayor desprecio a la voluntad popular y mayor falta de escrúpulos para ocupar una poltrona de forma tan impúdica? Pues es lo que ha hecho en Zamora el diputado provincial Francisco José Requejo, para mayor inri coordinador provincial de Ciudadanos en Zamora. Y no lo ha hecho obrando por su cuenta, sino con el pleno respaldo del aparato del partido.
No ha llegado tan lejos, pero cerca le ha andado, el único diputado provincial en Soria, Saturnino de Gregorio, que se ha quedado para sí la vicepresidencia primera y su correspondiente sueldo como pago por sumarse al pacto alcanzado entre el PP y el PPSO (Plataforma por el Pueblo Soriano) para desalojar de la presidencia al socialista, Luis Rey, candidato de la fuerza más votada (12 de los 25 diputados). Al lado de esto, lo sucedido en Burgos, donde el candidato de Ciudadanos (3 diputados) ha rehusado la presidencia que inicialmente había exigido su partido, constituye una actitud casi modélica que probablemente no haya gustado a la dirección de su partido, ávida de coleccionar poltronas a costa de lo que sea.
Inequívoca prueba de lo anterior la ha proporcionado el responsable de Acción Institucional del partido en Castilla y León, el procurador salmantino David Castaño, quien ha advertido al PP que Ciudadanos mantiene su exigencia de presidir la Diputación de Segovia, en la que solo cuenta con dos de los 25 escaños. Naturalmente, faltaría más, ello en nombre del cambio y la regeneración.
¿Cabe mayor obscenidad democrática con tal de rapiñar parte de lo que consideran un botín? Pues sí. Véase, si no, el caso de la diputada provincial por Valladolid Gema Gómez, que ha ofrecido “un voto de confianza” al nuevo presidencia, Conrado Iscar, a condición, eso sí, de ser recompensada con una vicepresidencia. Y ello en una Diputación en la que Ciudadanos (2 escaños) no resulta imprescindible para el PP, que, a falta de un solo voto para la mayoría absoluta, puede gobernar con el apoyo del diputado de Vox. Toda una joyita la tal Gema, que además es la responsable de Organización de Ciudadanos en Valladolid.
Desde luego, si Ciudadanos pretendía suprimir las Diputaciones por considerarlas un nido de caciquismo y clientelismo, su contribución a hacer cierto su propio diagnóstico no puede estar siendo más decidida. Como dijo en su día Romanones,“¡Joder quetropa…!” Y lo que nos queda por ver…