Un australiano de 34 años murió de forma penosa el pasado mes de diciembre, días después de ingerir un pequeño lagarto llamado gecko, en unas circunstancias que su familia considera que no se han aclarado.
La víctima se comió el lagarto como parte de un reto que le lanzó un amigo. Días después empezó a sentirse mal.
La familia llamó a una ambulancia, pero el personal paramédico que iba en ella consideró que no estaba lo suficientemente mal como para trasladarlo al hospital. Atribuyeron su estado a problemas gástricos pasajeros o a una resaca.
Persistieron las molestias y finalmente lo llevaron al hospital, donde se le diagnosticó una salmonelosis, pero el paciente seguía empeorando.
Comenzó a vomitar bilis verde, se le inflamó el vientre, su orina era negra, sus pulmones se llenaron de líquido procedente del estómago y se le inflamaron los testículos.
El joven murió ocho días después cuando le operaban para buscar el origen de la infección.
La familia quiere saber si el origen de todo fue la ingesta del lagarto o si le invadió una infección que no fue bien diagnosticada porque quieren justicia. “Se pudrió de dentro hacia fuera y queremos justicia para David… o al menos respuestas”, dijo su hermana a un diario local.