[dropcap]M[/dropcap]e llama poderosamente la atención, de un tiempo para acá, la proliferación de las llamadas “Manadas “. Veo con desesperación, como diariamente, esas “Manadas”, se hacen fuertes y pasan a ser parte de las noticias como algo habitual.
La Constitución Española nos dice en su artículo catorce que todos los españoles son iguales ante la ley, pero lamentablemente vemos, que la ley no es igual para todos, que el mismo delito, depende donde o quien lo juzgue, acabará llamándose de una manera u otra.
Tampoco la empatía, esa palabra de diccionario, de la que todos sabemos su definición, pero que en la práctica, no está presente en nuestras vidas. El ponerse en la piel del otro, mientras no te toque directamente, es algo impensable para muchos, que alardean de solidaridad, mientras confunden términos y critican acciones.
Nunca entenderé como la misma acción pueda ser apoyada por multitudes o no ser apoyada en las calles por nadie. No solo es cuestión de justicia, es cuestión de comprender el torrente de sentimientos, que llegan a manifestarse en cualquier víctima de cualquier violencia y por supuesto, apoyar a esa persona pública y privadamente.
La misma semana que aplaudimos la sentencia de Pamplona, después de tres años, en los que hemos asistido a todo un cúmulo de despropósitos, con el fin de descalificar a su víctima, un adolescente de trece años, saltó al vacío en la localidad de Guetxo, por “posible acoso escolar“.
Llevaban años denunciando esa situación, al igual que el caso de A., que sucedió hace unos meses y también saltó al vacío, buscando la solución más rápida a la desesperación que supone, la ley del silencio, que existe en toda la jerarquía y supremacía que rodea el acoso escolar.
Al igual, que otros casos, con nombres y apellidos, con el mismo final y la misma trayectoria, no ví a nadie en las calles pidiendo justicia, ni a nuestros legisladores guardando minutos de silencio, ni mandando tweet en señal de apoyo a las familias, que ya no volverán a celebrar cumpleaños y en las que las Navidades pasarán de puntillas por su casa.
Posiblemente, y después de conocer a alguna familia, en la que el final de sus hijos, ha sido el mismo que los anteriores, les puedo asegurar que lo que menos quieren es un guiño de aquellos que les cerraban sus puertas y miraban para otro lado, mientras con desesperación pedían ayuda para evitar estos desenlaces. Pero, simplemente, es un ejemplo de la sociedad interesada y nada empática con la que nos encontramos todos los días mientras seguimos permitiendo que los que tienen en su mano acabar con todo ello, deriven responsabilidades y cierren los ojos ante problemas que son parte de todos y en la que la solución pasa por todos.
Esta columna no pretende poner en entredicho las acciones de nadie, al contrario, pretende poner de manifiesto, que no pueden existir víctimas de primera y víctimas de segunda ante una sociedad en la que la violencia se hace latente cada vez con más fuerza en las calles, hogares y en las aulas.
Siempre oí que las guerras se ganan en las calles y no en los despachos. Hoy tengo la certeza de que es así.
#noestaissolos #yositecreo #niunamás #stopbullying.