[dropcap]H[/dropcap]ace ya unos cuantos años prometimos escribir todos los veranos sobre las temperaturas que soportan en verano pacientes y profesionales ingresados en el Clínico hasta que se abriera el hospital nuevo. A fuerza de repetir se me agotan los adjetivos calificativos y también los argumentos.
Podría copiar lo escrito en años anteriores y, especialmente, el pasado verano, porque este año es más de lo mismo, con el agravante de que tampoco se ha abierto el hospital nuevo y, por tanto, pacientes, familiares y trabajadores siguen sufriendo las consecuencias de un verano riguroso “per se” agravadas por las olas de calor, que no se mitigan con instrucciones más o menos acertadas acerca de la actitud a adoptar por parte de los profesionales.
Es más, los dos últimos veranos el calor es aún más agobiante ya que el edificio del hospital nuevo actúa con un muro que impide que la brisa y el frescor de la orilla del rio Tormes llegue al viejo Clínico.
Hay que estar ingresado o acompañar a un paciente en cualquier lugar del hospital, pero especialmente en las últimas plantas para saber de verdad la situación que conlleva no disponer de aire acondicionado y no hablamos solo de comodidad, que sería razón suficiente, sino de la incidencia de las altas temperaturas en los cuadros evolutivos de los pacientes ingresados. Calidad, seguridad y cuidados no son solo conceptos escritos en un papel, sino que suelen ir siempre de la mano.
Aunque solo fuera por esa razón, que existen otras muchas, se debería acelerar la apertura del nuevo hospital antes del verano de 2020, aunque mucho nos tememos que el año que viene tendremos que volver a escribir sobre el calor que soportan quienes se ven obligados a ingresar en el Clínico durante los meses de verano, y ¡no saben ustedes lo que me gustaría estar equivocado y dentro de un año escribir acerca de las buenas temperaturas que disfrutan los pacientes en el hospital nuevo! A ver si es verdad, y ustedes que lo vean y a ser posible, que no lo necesiten.
Miguel Barrueco
Médico
