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Opinión

Espejito, espejito

Foto. Francisco Ramírez Twitter.

 

¿Quién es la más bella del reino? Y me deja la responsabilidad de su buen o mal rollo del día, como si fuera cosa mía…

 

Después de una innumerable sucesión de confirmaciones por mi parte, me he visto en la obligación de confesar que seguro que ella no, que probablemente habría alguna muchachita bondadosa y dicharachera que le arrebataría el puesto en lo alto del podio. Se puso como un chinche. ¿Qué podía hacer yo? No sirvo para distorsionar realidades. Sencillamente muestro lo que se me pone delante.

Podía haber jugado con la luz. Lo tengo dicho, no hay otra igual que la de la sutil vela, lo suficientemente ambigua como para matizar sombras, arrugas y demás imperfecciones. Pero de ahí a que me monten semejante pollo y ser amenazado con quebrarme en mil pedazos me parece una sobre actuación. No creo justo recibir una amenaza a cambio de mi sinceridad.

Lo entrañable del asunto es que no me pregunta más, no admite debate. De la primera y directa respuesta no paso. Si digo que está genial se queda absorta contemplándose en silencio, a veces, incluso, hace muecas, ese morrito selfie, ese mirar por encima del hombro en picantona actitud sonriéndose a sí misma. Y hala, a la calle a mostrarse, a lomos de la ola.

Cuando no destaco su ingobernable belleza, sencillamente maldice y trata de quitarme la razón con cremas, polvos y lápices de colores. Entre colegas decimos hacerse un sioux. Así se ve preparada para la guerra, pero no te equivoques, solo está haciendo el indio.

En cuanto se fue le pregunté a las sábanas. Quedó todo claro. Llevaba unos días sin tener sueño de calidad. Y eso, querido, se nota. Deja marcas mucho más allá de las visuales, de las que se pueden maquillar. La almohada comentó que notó que su respiración no era tan fluida como en noches pasadas, el colchón dijo estar molido de tantas y tantas vueltas como tuvo que sujetar y que incluso estaba convencido que había soñado con la caída al vacío, seguro que la conoces.

La ventana afirmó que se le hizo larga la noche, que fue una liberación alcanzar el alba y ser abierta para ventilar una tensión que a duras penas consiguió contener. La alfombra de la izquierda, por el contrario, se mostraba radiante. Feliz. Por fin se había sentido valorada y observada. Es idiota, no le dijimos que no era a ella a quien miraba, sino a sus propios pies y que sencillamente, ella estaba debajo.

A ver qué tal vuelve esta noche. Espero que haya pasado un buen día, así no me sentiré impotente. Es una carga no poder hacer saber que esa mala cara que tanto le ha molestado esta mañana es la suya y lleva ya tiempo en el mismo sitio, que siempre se la he mostrado y que ha sido ella quien hoy, ha decidido no respetarla. Que no es que no existan las arrugas, sino saber llevarlas.

Moveyourself.    

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