Opinión

¿Fue Hernán Cortés el autor de la Historia Verdadera, siempre atribuida a Bernal Díaz del Castillo? (y IV)

Hernán Cortés.

[dropcap]E[/dropcap]mpezamos este artículo con dos entregas dedicadas a la polémica suscitada por el hispanista Christian Duverger, sobre la autoría real de La verdadera historia de la conquista de la Nueva España: de si era de Bernal Díaz del Castillo, o si se debe al propio Hernán Cortés.

Después, en la tercera entrega, ya en una segunda parte del artículo, incluimos el comentario sobre varias biografías de Cortés, cuestión que hoy terminamos, con la evocación de los trabajos de José Luis Martínez, Jaime Miralles y Hugh Thomas.

José Luis Martínez: un trabajo cabal e instructivo

Se trata de la obra seguramente más completa para el estudio de Hernán Cortés y sus proezas. Es un libro que en 1990 publicó el estudioso mexicano José Luis Martínez, uno de los máximos impulsores del Colegio de México (antigua Casa de España). Destacado académico, diplomático, ensayista, historiador, cronista, bibliógrafo, editor y humanista, cursó la carrera de Letras Españolas en la Facultad de Filosofía de la UNAM, con estudios de filosofía e historia del arte de 1938 a 1943. Fue miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, institución que dirigió de 1980 a 2002. También se desempeñó como director del Fondo de Cultura Económica de 1977 a 1982, y desde 1990 fue miembro de sus comités de Historia y de Literatura.

En la primera página de su libro sobre Cortés, Martínez reprodujo la octava real que le dedicó Lope de Vega:

Cortés soy, el que venciera

por tierra y por mar profundo

con esta espada otro mundo,

si otro mundo entonces viera.

Di a España triunfos y palmas

con felicísimas guerras,

al rey infinitas tierras,

y a Dios infinitas almas.

Como también se incluyó en el frontispicio del libro una cita de Octavio Paz que ya se vio en la Nota Preliminar del autordel presente libro:

Apenas Cortés deje de ser un mito ahistórico y se convierta en lo que es realmente –un personaje histórico—, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena.

José Luis Martínez, en su Hernán Cortés, intentó muy seriamente, poner las cosas en su sitio desde el lado mexicano, elaborando así “el mejor trabajo que conozco sobre Cortés”, según Salvador Durán, especialista en historia de México, y director del Museo Nacional de Historia, que tiene su sede en el Castillo de Chapultepec, en el DF. En el trabajo de José Luis Martínez, se presta gran atención a la historia de las civilizaciones del México prehispánico, con una información que desborda la de otros libros, más allá que Madariaga, Miralles o Hugh Thomas. En lo que se ve una labor y un conocimiento que se deriva de una larga investigación antes de iniciar la redacción del libro sobre el Conquistador.

En definitiva, la obra de José Luis Martínez es una visión referenciada, paso a paso, con notas bibliográficas, ilustraciones, y comentarios muy precisos, de lo que fue la proeza de la conquista y de la poliédrica figura de quien ejerció entonces un protagonismo absoluto: Cortés, gran soldado que aprendió ese oficio por sí mismo; conquistador infatigable que no dejó que le vencieran ni el temor ni la temeridad; estadista constructor de un Estado, México, en el cual el mestizaje avanzó imparable. También fue diplomático para negociar con las diferentes etnias mexicanas, la lucha contra el adversario común de los mexicas.

Hugh Thomas: visión de un portento histórico

A propósito de La conquista de México, Lord Thomas de Swynnerton dirigió en 2002, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander (UIMP), un curso sobre Don Hernán, en el que el historiador afirmó que “no sólo fue el militar capaz de tomar México con únicamente 500 hombres”, para acto seguido reivindicarle como un hombre culto y gran escritor. El hispanista inglés afirmó que si México no reconoce a Cortés, se debe a que es “demasiado complicado para los mexicanos” (sic); una objeción más propia de Prescott, si hubiera desarrollado esa idea, habría sido interesante.

Según Thomas, las cartas de relación de Cortés a Carlos V son, después de La Celestina, lo mejor en la literatura española del siglo XVI, y para él estuvo claro que el Capitán General de la Nueva España y los que fueron con él a la conquista, se interesaron por la cultura azteca mucho más que los colonizadores de segunda generación y después. En ese sentido, sostuvo que el México actual es nieto de la conquista, cuyo impacto más letal “no fueron las matanzas, sino las enfermedades, viruela y gripe principalmente, que mermaron la población”, por el mero contagio de los mexicas a las dolencias de Europa.

 Thomas subrayó que la Conquista no podía ser armoniosa: “En México hubo una pugna de una religión con otra. Los españoles querían oro, poder y las almas de los indios. Por otra parte, buscar en el pasado la moralidad de nuestros tiempos (o su carencia) no facilita la labor del historiador”.

Juan Miralles: Cortés, inventor de México

En realidad, en el amplio trabajo de Miralles hay todo un nuevo aire de frescura, de auténtico viaje a la conquista, y a todo lo que sucedió después en la azarosa vida de Don Hernán: tan exaltado como perseguido, tan glorificado como maltratado por quien había recibido de sus manos –Carlos V—, un territorio mayor que el del Sacro Romano Germánico. Con un solo mando, español, en vez de medio millar de reyes, margraves (marqueses), duques, electores, etc. de lo que entonces era Alemania. Con una nota diferencial: Miralles detalla –con mayor detalle que José Luis Martínez—, la cruel-dad de los mexicas, refiriéndose especialmente al canibalismo masivo de la superestructura que gobernaba Tenochtitlán.

Para Miralles, Cortés fue el gran conquistador, reconociendo sus crueldades ocasionales, como cuando cortó dedos de los pies a sus enemigos, amputó manos a los espías. Sin olvidar lo que hizo con Cuauhtémoc (ahorcado) y su esposa (apropiada por un tiempo) en el viaje a Las Hibueras. A la hora de defender sus aspiraciones, lo rememora el autor, Cortés fue durísimo, de un rigor y una crueldad a veces aparentemente innecesaria, pero que contribuía a que su figura inspirara el temor que él buscaba como más importante que su propia coraza.

Miralles rompió definitivamente con el tópico de que los conquistadores y los colonos fueron a México sólo para enriquecerse y que apenas hubo unos cuantos frailes buenos. Son palabras de Miralles a Tulio Demicheli.

 Más que el afán del oro, parecería que la guía fuera el ideario de la hidalguía caballeresca. Y en cuanto a Cortés, parece claro que si no lo hubieran retenido forzoso en la Corte entre 1540 y 1547, seguramente habría partido en uno de sus barcos para la búsqueda de la mítica tierra de Cíbola. Y de haber tenido más éxito en sus navegaciones por la Mar del Sur (Pacífico), quizá hubiera emprendido la mayor hazaña de su vida, la conquista de China.

Terminamos así las cuatro entregas de un largo artículo que hemos dedicado a la Historia Verdadera de Bernal Díaz del Castillo, y a los principales biógrafos de Hernán Cortés. Y volveremos al tema, espero, cuando en septiembre se presente mi libro Hernán Cortés, gigante de la Historia.

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