Faltaba que se hicieran públicas las nuevas estructuras orgánicas de las Consejerías para conocer con exactitud cuánto ha engordado la nómina de altos cargos de la Junta con la entrada del gobierno Mañueco–Igea. Y publicadas en el Bocyl dichas estructuras, ya sabemos que, para ejercer las mismas competencias que antes, el organigrama resultante contempla un total de 93 altos cargos, es decir, 13 más de los 80 existentes en el último gobierno de Juan Vicente Herrera.
Siete de esos 13 cargos traen causa de la Consejería-trampantojo diseñada “ad hoc” a mayor gloria del ínclito vicepresidente de la Junta, mientras el resto obedece a la generalización de las viceconsejerías y a nuevas direcciones generales creadas aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Este último ha sido el caso del nuevo consejero de Agricultura, Jesús Julio Carnero,que, además de crear una dirección general de Desarrollo Rural, ha colado otra de la Cadena Alimentaria).
Nombrados hasta la fecha 69 de los 93 susodichos, la presencia de la mujer en el organigrama de la Junta ha sufrido un considerable retroceso cualitativo. La paridad matemática del Consejo de Gobierno con el que arrancó la anterior legislatura -cinco hombres, cinco mujeres-, se ha visto bruscamente desnivelada en el nuevo Ejecutivo, en la que la representación femenina se reduce a tan solo tres consejeras del total de sus 11 miembros.
Dicha regresión se extiende a las viceconsejerías, en las que tan solo una mujer, Pilar Garcés, se ha abierto paso entre las seis hasta ahora cubiertas (faltan las de Presidencia y Empleo). Por cierto, la consejería de Educación, que ya ha completado los nombramientos, es la única que registra paridad, ya que la mitad de sus altos cargos, con la consejera,Rocío Lucas, y la citada Garcés a la cabeza, son mujeres.
Por contra, en un hecho sin precedentes en muchas legislaturas, se da el caso de una Consejería con un Consejo de Dirección íntegramente masculino. Y ya es casualidad que el responsable de la “machada” resulte ser Francisco Igea, quien no ha tenido a bien situar a ninguna mujer entre los altos cargos de la llamada Consejería de Transparencia, Ordenación del Territorio y Acción Exterior. Todo un escarnio a la igualdad precisamente cuando los principios de “mérito y capacidad” son más que discutibles por ejemplo en directores generales como José María Crespo y Antonio Calonge.
No han llegado a ese lamentable récord, pero no andan lejos, las consejerías de Presidencia y Agricultura, que, a falta de un nombramiento en cada una de ellas, solamente han incorporado a una mujer en su nuevo organigrama.