Las asociaciones ecologistas han puesto de nuevo el grito en el cielo con la llegada de la temporada de la matanza de ballenas piloto o calderones en las islas Feroe, ubicadas entre Dinamarca y Noruega.
Se sacrifican cientos (ya se han contabilizado más de 500) para aprovechar su grasa y su carne en los meses de invierno.
Esto, que ancestralmente era una forma de supervivencia, ahora es una tradición prescindible para la subsistencia que se sigue manteniendo pese a su impacto.
Es fácil ver ensangrentada el agua de la costa cuando se producen los sacrificios, a los que acuden numerosos turistas, incluso niños, que juegan con los despojos de las ballenas y pisotean sus cadáveres.