Opinión

El FMI (yIII)

Sede del FMI.

Del sistema monetgario internacional fustrado, a la moneda global

Terminamos hoy el artículo sobre el FMI, del que vimos los antecedentes: su funcionamiento durante más de 25 años, y su crisis final en 1971-73. Hoy veremos qué puede venir en el futuro, tras casi medio siglo de cambios flotantes: una unión monetaria mundial (UMM).

Dolarización y eurización

Se produce sin ninguna clase de reglamentación, o incluso en contra de ella, en los países de monedas débiles, en las que el dólar (y análogamente con el euro en el entorno a la Eurozona), se convierte en la moneda de hecho, por su carácter de refugio y de ahorro. En ese sentido, gran parte de los países de Iberoamérica, África y algunos de Asia están más o menos dolarizados o eurizados.

Parece claro que en el futuro no podrá haber sino una sola moneda mundial, pues no podrán subsistir ni el dólar en su posición hegemónica actual, ni el euro sustituirá al dólar, ni el renmimbi se convertirá fácilmente en moneda efectivamente global. Esto último, porque las pretensiones de China, no se traducen en el intento de desmontar el dólar o el euro para conseguir la hegemonía del renmimbi/yuan. Por el contrario, la República Popular está suscitando soluciones multilaterales del tipo de un nuevo derecho especial de giro (DEG, la frustrada aspiración del FMI de crear un medio de pago complementario del dólar), o con diseños más avanzados en la idea, seguramente, de ir a una moneda universal. En cualquier caso, hay toda una serie de tendencias que presagian esa futura moneda global:

  • Simplificación monetaria, lo cual hace prever un futuro de simplemente una sola unidad monetaria; desde el punto y hora que más del 70 por 100 de las transacciones mundiales se realizan ya en dólares y euros… y en poco tiempo mucho más, incluyendo el renminbi chino.

  • Pérdida de influencia de EE.UU., por la gran expansión del circulante en dólares y el deterioro de éste en relación al potencial euro y otras monedas. Lo cual hace insostenible el ilimitado señoriaje del billete verde a plazo medio. Como ya han planteado los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) en las varias reuniones que como grupo celebraron desde 2009.

  • Experiencia de la Eurozona, que a pesar de toda una serie de problemas, está convirtiendo el euro en la moneda más competitiva frente al dólar; ya con 19 países en que es de curso legal, para seguramente llegar a 30 Estados europeos en 2025. Y con dos agencias monetarias en África basadas en el euro (África Occidental y Ecuatorial, con el Franco CFA) con un total de 14 países, como ya se ha visto antes.

Es verosímil, pues, la expectativa de una Unión Monetaria Mundial (UMM), basada en cinco movimientos:

  • Recuperación del enfoque universalista de Bretton Woods-1944, cuando el mundo se dotó a sí mismo de un auténtico sistema monetario internacional, lo que permitió la más formidable expansión del comercio internacional. Frente a las tendencias proteccionistas de Trump.

  • Necesaria finalización de las guerras cambiarias y de las inestabilidades monetarias, para ir a una estabilidad financiera internacional, imposible mientras el escenario de monedas sea tan complejo.

  • Valoración de las ventajas que tendrá la UMM, por sus efectos de homogeneizar políticas económicas y facilitar las transacciones internacionales de todas clases.

  • Idea de que la UMM permitiría un planteamiento definitivamente global de los problemas de deuda, que tan gravemente afectan la estabilidad financiera mundial.

  • Una visión de futuro que no se atenga simplemente a pensar en las más próximas elecciones, sino también en las futuras generaciones, buscando el liderazgo perdido, no para mantener o forjar hegemonías, sino cooperación y solidaridad.

En definitiva, la formación de una UMM es una cuestión política, y lo decisivo es saber qué países la proponen y cómo se manejará la propuesta. Análogamente a lo que sucedió en Bretton Woods-1944.

De una u otra forma, la UMM llegará un día (como llegó el euro), por la simplificación monetaria a que ya nos hemos referido; y, en definitiva, por la tendencia a la globalización.

Por lo demás, la visión universalista que aquí se plantea es la que se previó en un célebre diálogo entre el canciller Adenauer y Jean Monnet, cuando éste, en 1950, le presentó el texto de la DeclaraciónSchuman9 a su consideración:

  • Sr. Monnet, si estos propósitos prevalecen en el futuro, significarán que las guerras entre Alemania y Francia se habrán acabado para siempre.

  • Sí señor Canciller —fue la respuesta de Monnet—, y también habremos forjado el primer eslabón del Gobierno Mundial.

Así, lo previsto hace más de sesenta años está comprobándose que fue una profecía que está por cumplirse, y que ya ofrece un alto grado de verosimilitud. Aunque, lógicamente, el esquema de la UMM, deberá ir acompañado de toda una serie de acuerdos, análogamente a lo que ahora se plantea en la UE; y no sólo en el Tratado de Maastricht, verdadera Carta Magna del euro, sino también sobre la necesidad de una unión fiscal y de una Tesorería federal a escala de la Eurozona. Propósitos que con aún mayor razón resultarían necesarios a escala mundial.

Una serie de cuantificaciones más precisas son absolutamente necesarias para que un día sea factible abordar la operación UMM que planteamos. Según una secuencia tipo Maastricht de lógica inexorable. El proceso así propuesto implica otras decisiones de gran alcance, como la reforma de la Carta de las Naciones Unidas, la consecución de un tratado de desarme nuclear para evitar conflictos futuros, y un gran convenio para frenar el calentamiento global y el cambio climático. En la línea de lo que en 1795 previó Inmanuel Kant en su “Ensayo sobre la paz perpetua”. Y es que, en fin de cuentas, se necesita como nunca una nueva visión de máxima cooperación e integración, sobre la base innegable de que vivimos todos en un solo y único mundo.

Robert Mundell –el Premio Nobel de Economía en 1999 por sus trabajos sobre las áreas monetarias óptimas–, planteó hace tiempo el tema de manera más concreta:

Lo más importante es volver a una versión mejorada del sistema Bretton Woods de tipos de cambio fijos. Es necesario encontrar una unidad de valor global, y la mejor solución sería establecer un conjunto formado por las principales divisas unidas entre sí. Idealmente, todo esto debería comenzar con la cooperación entre la Reserva Federal de EE.UU. y el Banco Central Europeo, para estabilizar ciertos parámetros dólar/euro.

El tema irá in crescendo, y la moneda universal –Cosmos es el nombre que este autor propone– llegará, seguramente en el tercer decenio del siglo XXI. Y si no llega, mala señal: ello significaría que las más graves tensiones subsistirían en la economía mundial. Y no con precisamente las mejores expectativas políticas para un desarrollo pacífico, financieramente estable, y económicamente solidario.

Terminamos así el artículo sobre el FMI y el sistema monetario internacional, con la expectativa de la UMM, y el autor queda como siempre a disposición de los lectores en castecien@bitmailer.net.

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