[dropcap]E[/dropcap]l urbanismo era un caos, el Plan Paz Maroto se aplicaba con criterios poco ortodoxos. Se tramitaba la aprobación de un nuevo plan de urbanismo para Salamanca redactado por los arquitectos Mangada y Ferrán. La situación del Barrio Antiguo era preocupante. A partir de la puesta del sol, pocos se atrevían a sobrepasar la Plaza Mayor hacia las catedrales. Los barrios universitario, catedralicio, de la Vaguada y judío estaban ocupados por jóvenes ocupas, drogadictos y familias desestructuradas. Los grandes monumentos estaban en peligro. La Clerecía tenía la cúpula del crucero a punto de caerse, el cupulín de la torre de la catedral sufría desprendimientos y la torre de la Purísima amenazaba ruina.
Las casas eran abandonadas por constructores que las habían comprado para especular. Dejaban los grifos abiertos para que cedieran los muros y se declarasen en ruina y así poder tirarlas sin tener que dar explicaciones. Los problemas de la ciudad eran tan preocupantes que el centro de la ciudad, que había sido siempre la Plaza Mayor, se estaba desplazando peligrosamente hacia la Puerta de Zamora. Los jóvenes quedaban con sus amigos en el Toscano, la cafetería de este lugar, en vez de hacerlo en el reloj de la Plaza como se hace ahora y se hizo siempre.
En los primeros días de mi alcaldía sucedieron dos hechos que me gustaría dar a conocer por su significación en la pequeña historia de Salamanca. Al atardecer de los primeros días de mayo de 1979 fui con mi mujer a dar un paseo por el Barrio Antiguo. Llegamos hasta la calle Tentenecio, y al pasar por la de Gibraltar encontramos la puerta de la Casa Lis abierta, dejando ver su interior.
Preocupado por lo que pudiera pasar entramos en la casa y nos encontramos con la desolación. El patio estaba lleno de escombros, había animales dentro y habían intentado forzar las columnas de mármol de Carrara de la galería alta. Seguimos haciendo incursiones por las distintas dependencias de la casa y comprobamos que habían hecho lumbre en la habitación que yo recordaba como capilla, cuando en la casa vivían los sacerdotes de vocaciones tardías del padre Avelino de Castro. Algunas veces habíamos ido a visitar a Enrique Freijo a la casa y recordaba perfectamente el lugar.
Salimos deprimidos de lo que habíamos visto y prometí a mi mujer que aunque fuera lo último que hiciera como alcalde salvaría de la piqueta la Casa Lis. Al día siguiente me enteré de su situación urbanística, de que un grupo de gitanos habían acampado en el inmueble y, lo que era peor, que habían sustraído todo lo que de valor había en la casa. En algunos lugares, especialmente bares de copas, se pueden encontrar todavía algunos restos del naufragio de la más bella casa modernista de Castilla y León. La promesa de la recuperación de la casa se cumplió, pero pasamos muchas penalidades, muchos conflictos con el dueño, el cura de Armenteros, que a toda costa quería derribarla para construir un colegio o residencia.
Expropiamos la Casa Lis para convertirla en Casa de Cultura de la ciudad, siendo conscientes de que estaba al final del degradado barrio antiguo y que iba a ser difícil que los salmantinos se desplazaran hasta allí. Para salvar los obstáculos se programaron muchas actividades creativas y participativas, sobre todo para niños, lo que hizo que mucha gente, especialmente matrimonios jóvenes, perdieran el miedo a acercarse.
Juan Trujillano, el cura de Armenteros, nos llevó a los tribunales, pero al final imperó la verdad. El proceso fue favorable a la ciudad, ganamos todos los pleitos y adquirimos la casa por una mínima cantidad. Conocí por algunos amigos comunes el enfado del cura, sobre todo conmigo. Me han contado que iba diciendo que Jesús Málaga le había quitado la Casa Lis para exponer cuatro muñecas, en referencia al museo de Art Noveau y art Deco de Ramos Andrade, que en el último mandato, como final de mi paso por la alcaldía, se abrió como uno de los atractivos turísticos de la ciudad. Este museo se ha convertido en el más visitado de Castilla y León y en uno de los más frecuentados de España.
2 comentarios en «El urbanismo heredado del franquismo»
Cuando vino por primera vez en Salamanca, en 1985, como estudiante del curso para extranjeros, he visto con mis ojos lo que el ex alcalde nos reuerda… Vivia en una residencia al lado de Casa Lis y el abandono que habia alrededor todavia queda vivo en los recuerdos. El barrio antiguo, y el chino, a ciertas horas no eran lo mas aconsejable para irse de paseo o regresar a casa, sobre todo para un extranjero. Pero, el entusiasmo juvenil nos llevaba al descubimiento de una ciudad que es tan linda y fascinante cuanto, a veces, misteriosa y rara… «Puta y Santa», entre enamorados, hemos siempre llamado nuestra Salamanca. Una metafora que, imagino, sintetiza muy bien las contradicciones ambientales.
Desde entonces he vuelto a venir a Salamanca, cada año, dejando siempre parte de mi corazon para volverlo a recoger el año siguiente. He averiguado con mis ojos la mejoria arquitectonica y el recupero de los monumentos, y de los espacios comunes, que desde la alcadia de Malaga empezò… Hoy, la mirada que se puede aprovechar desde la terraza del Parador no es la de una ciudad en el abandono que, al estilo de un puñazo te golpea en los ojos, como la primera que vi, sino de una ciudad monumental patrimonio de la humanidad. Una ciudad que a pesar de su belleza, y recuperacion, necessita todavia politicas concretas vueltas a desarollar, alrededor de sus monumentos y univerdidad, oportunidades y una vision del futuro que ofrezca la posibilidad de quedarse… Hoy, despues del recupero de los monumentos, la impresion es que «Salamanca no sabe que quiere» de su futuro, «donde ir». Ha perdido parte de su entusiasmo cosmopolita, estudiantil y creativo que, antes de la crisis, se respiraba.
Ojalà vuelva otro «Malaga» visionario que haga politicas de trabajo, y desarrollo, verdaderas ofreciendo oportunidades por quien el futuro tiene que «construirlo» fuera de Salamanca. No porquè quiere sino porquè està obligado…
Llevo 10 años fuera de Salamanca, pero todo este tiempo no he dejado de venir.
A veces, salir fuera, te proporciona una mejor perspectiva de las cosas. Y lo que veo, no me parece muy halagador.
Cada vez que vengo, veo más negocios cerrados, no hay relevo generacional, pero, ¿Qué relevo generacional va a haber en una ciudad en la que se ha destruido totalmente el consumo (y no hablo de bares que también)?
Si se van 6 salmantinos cada día, con todo lo que conlleva, ¿Qué solución se ha dado?
Por parte de los que están, ninguna.
Pues señores, una posible solución es recuperar esa base de consumo, y aunque sean odiados por mucha gente, la recuperación de la masa funcionarial que existía en nuestra ciudad no hace mucho tiempo a través del trabajo a distancia, aprovechando las instalaciones existentes e infrautilizadas y ampliando si es necesario, sería un punto de partida, pero no veo voluntad politica de hacer esto…
Es nuestra última oportunidad.