Introducción
Dentro de la idea de la colaboración público-privada (CPP), objeto de amplios estudios últimamente en la prestación de servicios públicos, cabe decir que una prueba definitiva de su importancia radica en dos cuestiones verdaderamente decisivas: en el caso de la sanidad pública, la supresión de las listas de espera, ya sea en el caso de gestión de la propia Administración, o del supuesto del carácter concesional. En otro sector muy distinto, nos referimos a la enseñanza dual en lo que concierne a la educación, sea también de gestión directa pública o de privada concertada.
Sanidad pública
En otras palabras, en el caso de la sanidad pública, se trata de reforzar la CPP para conseguir la máxima fluidez y eficiencia de la prestación de servicios en los momentos álgidos de los procesos curativos, especialmente tratamientos quirúrgicos y aplicaciones médicas de alta tecnología. Como sucede en determinados tratamientos radiológicos, resonancias, medicina nuclear, TACs, etc., que requieren equipos en general muy costosos. Para que no se demoren la atenciones más o menos urgentes más de lo estrictamente indispensable, ya sea por falta de medios suficientes, o por escasa agilidad en el uso de los medios disponibles. De modo que por el mal uso de los procedimientos, se aumente la peligrosidad para los pacientes, por agravamiento de las dolencias, incluso llegando a perderse la propia vida de los enfermos por la tardanza en las prestaciones a facilitar, en forma y tiempo adecuado.
Por parte de las organizaciones colegiales de médicos (y de enfermería), hay observaciones de que para acabar con las listas de espera son necesarios muchos más efectivos humanos y también económicos. Y siendo acertadas esas observaciones en situaciones concretas, lo cierto es que, al final, las operaciones y otros tratamientos dilatados en el tiempo, acaban por hacerse siempre, cierto que con grandes demoras. Lo cual significa que más que nada estamos ante un problema de organización de los esquemas de trabajo óptimos, muchas veces a realizar con incentivos económicos concretos. De modo y manera que se utilicen plenamente los servicios instrumentales en horarios más prolongados, de tarde, e incluso de parte de la noche, y tanto en días convencionalmente hábiles como feriados. Con ajustes de tiempo-movimiento en verdad inteligentes, en vez de los convencionales de rendimiento muy inferior, siguiéndose con frecuencia consignas pseudo-sindicales de “no trabajar tanto”. Por lo demás, no estamos ante un problema de nivel de salario, sino de compromiso profesional, en combinación con la idea, adicionalmente, de que la sanidad implica siempre el máximo posible de I+D+i.
En el sentido que apuntamos, será preciso plantearse, seguro, retribuciones complementarias bien estudiadas para inducir mayor productividad, tanto en la gestión pública directa, como en la privada concesional. Dando prioridad a las personas y entidades que se comprometan, personal y profesionalmente, a superar la penosa situación de las listas de espera en los centros médicos de todas clases. Para lo cual, en la búsqueda de los referidos esquemas más fluidos y métodos más adecuados, debería ponerse en marcha, lo antes posible, una serie de experiencias piloto. Que permitan plantear las medidas concretas para los procesos en cuestión.
La enseñanza dual
El otro tema elegido para activar la CPP es un sector de gran importancia: la educación en su versión de enseñanza dual. Esto es, el sistema educativo que combine las clases teóricas en horas lectivas, con el ejercicio de casos prácticos, para hacer de la docencia algo mucho más vivo e interesante y útil para el alumno, para que éste adquiera la necesaria destreza y capacidad operativa en un arte, oficio, o profesión. Dicho de otra forma, debe perseguirse que los estudiantes duales apliquen la cabeza a sus actividades laborales, con todo el ingenio posible en sus operaciones e investigaciones, para así aumentar la productividad y hacer los procesos más competitivos, en contra de lo que ahora sucede, cuando la célebre educación dual, de inspiración alemana, no ha tenido verdadero éxito hasta ahora en España, lo que se debe a la falta de una visión estructural de lo que debe ser la educación más inteligente.
Es decir, hay que tener muy claro, en cada caso, el estudio teórico (por así decirlo), que se relacione con la práctica. O lo que es lo mismo, que la educación, tanto para la producción como para la investigación, tenga una relación estructural de cómo pensar y hacer. De lo cual resulte que lo explicado en la fase teórica, se instrumente, adecuadamente, en una sinergia efectiva; sin excluir desde luego que en la propia docencia teórica haya operaciones prácticas en el aula, y de forma que en el taller o la fábrica haya las observaciones teóricas pertinentes.
Todo lo indicado significa que debe haber una interrelación muy estrecha de lo que se explica y lo que se hace, entre la teoría y la práctica en las diferentes fases, evolutivas, diríamos, del proceso educativo. Con una conexión sofisticada entre centros de enseñanza y centros de producción, distribución, etc.
Como también debe haber una mucho mejor conexión profesor/alumno, o si se quiere, maestro/aprendiz. Algo que se menosprecia a veces por los profesores, que no quieren serlo cabalmente, porque prefieren –en los casos extremos— vivir en su torre de marfil, o en su pretendido selecto y exclusivo ámbito. Sin olvidar el tema de las tutorías, tanto en las fases teóricas como prácticas.
Por ejemplo, no cabe entender de botánica sin tener viveros para experimentar con semillas, como hizo Mendel en su momento. No cabe estudiar histología sin un buen laboratorio de analítica biológica, de experiencias celulares, moleculares y de tejido, como hizo Cajal. Incluso no es posible enseñar filosofía sin reproducir, de forma dramática, los diálogos de Platón. O de saber qué es la relatividad de Einstein como faceta de la propia gravedad. O de tener conocimientos de ciencia física avanzada, cosmología, etc. y saber que el Universo hay que verlo como un libro abierto, que decía Galileo.
En esa línea de pensamiento, es preciso incentivar la enseñanza dual, dando prioridad en medios económicos y efectivos humanos, a la gestión pública o concesional, para conseguir más de los discentes, cubriendo los grandes objetivos de formación de investigadores, técnicos y obreros eficientes. Más allá de la convencional formación profesional, para tener profesionales avanzados y verdaderos científicos.
Conclusión
La CPP podría tener, si se toman en consideración las propuestas que aquí se hacen, cierto que muy preliminarmente, su máximo de aplicación efectiva. La gestión directa pública, y la concesional por agentes privados, deben funcionar cohesionadamente, para la excelencia de los servicios públicos, como plantea la Asociación por la Excelencia de los Servicios Públicos (de la que tengo el honor de ser presidente). El Dr. Fleming (la penicilina, una obra de la investigación y del sentido práctico) y Max Weber (unos funcionarios dedicados y útiles para la ciudadanía), algo tuvieron que ver con la enseñanza dual.
Gracias a los lectores y, como siempre, el autor estará pendiente de Vds. en castecien@bitmailer.net.
NOTA. Escrito en Santander, en el marco de la UIMP, al tiempo de dirigir el Encuentro “La primera circunnavegación Magallanes/Elcano”. Este artículo se dedica a los ponentes y asistentes a ese curso.