Tania, ¿cómo surge la idea de presentarse al casting para participar de extra en ‘Ocho apellidos vascos’?
Un amigo me envía la convocatoria que organiza la productora para participar de extra en una película. No recuerdo exactamente si necesitaban extras que supieran bailar sevillanas, pero sí sé que se realizaba el casting se realizaba en el Centro o Casa de Andalucía en Mondragón. Se lo comenté a mi hermana Naroa, ella al principio era un poco reacia, pero no teníamos nada que hacer y al final se animó y fuimos.
¿Desde cuando baila sevillanas?
Aprendí a los doce años, más o menos y cuando estudiaba en el colegio hacía teatro.
¿Ha participado en alguna otra película?
Sí, en la de ‘Todos estamos invitados’, cuyos actores eran José Coronado y Óscar Jaenada. En esa película simulábamos el Donosti Eguna, y tocaba el tambor. Pero, no tuvo el éxito, ni la repercusión de ‘Ocho apellidos vascos’. Nada que ver.
¿Conocía el proceso de selección de los extras en ‘Ocho apellidos vascos’?
No exactamente. Fuimos y nos hicieron unas fotografías y algunas preguntas del tipo de si sabíamos bailar sevillanas o jugar a pelota vasca.
¿Cuántos se presentaron?
Muchos, pero no sé el número de personas que acudimos.
¿Tenían que llevar un book?
No. Nos hicieron las fotografías allí mismo.
¿Les pedían un perfil determinado?
No, pero al vernos a Naroa y a mí, que las dos somos morenas, nos preguntaron inmediatamente si sabíamos bailar sevillanas. Les dijimos que sí y nos colocaron en la lista de andaluzas. (Risas)
¿Cuándo les dijeron que habían superado el casting?
Pasaron como unos diez días. Llamaron a mi hermana, porque yo no cogí el teléfono, y le dijeron que estaba dentro y que yo también.
¿Cuánto duró el rodaje?
Nosotras estuvimos dos días.
¿Es tan pesado como cuentan?
Fueron sólo dos días, por lo que es incluso divertido, porque conoces a muchas personas y acabas hablando con ellos. Es una forma muy entretenida de pasar un buen rato, te echas unas risas,.. Está bien. Aunque cuando ves la película, compruebas que la secuencia dura muy poco y te sorprende las horas que estuvimos allí. Al principio, nos colocaron más atrás en el escenario, pero el director nos indicó que nos pusiéramos más adelante.
¿Cómo eran las órdenes del director?
Nos marcaban un área donde teníamos que bailar y nos iban indicando: Ahora tenéis que bailar la 2ª sevillana, ahora la 3ª o la 4ª’. Se oía la música y comenzábamos a bailar. Una y otra vez hasta seis horas. (Risas)
¿Le siguen gustando las sevillanas?
Sí. (Risas). Cuando nos dijeron que estábamos dentro. Recuerdo que la noche antes de ir al rodaje estuvimos bailando en nuestra casa para familiarizarnos con los movimientos, porque las teníamos un poco olvidadas.
¿El vestuario era propio o se lo dieron en el rodaje?
Nos comentaron que si teníamos traje, lo lleváramos, pero si no disponías de uno, te lo proporcionaban. Y aún así, ellos eran los que decían si tu traje era el correcto o no. Yo llevé una falda de volantes y una camisa y me ofrecieron un vestido muy feo. (Risas). Cuando mi hermana me vio, comenzó a reírse. Entonces le dije: ‘Naroa, yo así no salgo’. Le enseñé a los responsable de vestuario lo que había llevado de casa y me dieron su aprobación, por lo que el traje que luzco en la película es el mío.
¿Que nos dice del maquillaje?
Te peinan, te maquillan y están retocándote durante las horas que dura el rodaje.
¿Qué es lo que más le sorprendió?
Los detalles. Nosotras rodamos una secuencia dentro de un tablao flamenco, que supuestamente estaba en Sevilla, pues sobre las mesas estaban vasos con bebida un poco más llenos o más vacíos. Todo estaba medido, incluso las cáscaras de los cacahuetes como si alguien los hubiera acabado de comer. Absolutamente todo estaba perfectamente colocado. ¡Era impactante ver la producción que tenían!
¿Esperaba que tuviera el éxito que ha tenido?
No, porque era como muy familiar el ambiente. Teníamos contacto directo con los actores, no había camerinos. Nos cambiamos de ropa junto a Clara Lago –Amaia-. Dani Rovira –Rafa y Antxon– estaba tumbado en un sillón cerca de nosotros. Teníamos acceso a ellos. Se percibía que la producción era más pequeña que en la otra película, la de José Coronado.
¿Cómo fue el contacto con los actores?
Bueno. Se notaba que entre ellos había buen ambiente.
¿Qué fue lo más divertido?
Cuando estábamos rodando. Naroa tenía que bailar dentro del rail de la cámara y ella se tropezaba y claro, había que comenzar de nuevo. En el tercer intento, lo consiguió y todo el mundo comenzó a aplaudir. Y otro momento muy divertido fue cuando Dani Rovira cuenta los chistes metiéndose con los vascos. Todos los que estábamos allí, éramos vascos, por lo que no nos hacía ni pizca de gracia y se nos notaba en la cara que no nos gustaba, en cambio cuando Clara Lago hacía bromas con los andaluces, nos partíamos de risa. Entonces el director nos dijo: “¡Vamos a ver!. Ustedes son ‘andaluces’, por lo que tienen que actuar como si os gustaran los chistes de Rovira”. (Risas) Estuvo muy bien.
¿Y lo más emocionante?
Hubo varios instantes. Uno fue cuando te llaman y aún no sabes qué es lo que tienes que hacer y dicen: ‘Las sevillanas que se coloquen aquí’. Y comienzan a darte las indicaciones. Y el otro, cuando dicen: ‘Acción’. En esos momentos, te pega un subidón porque sabes que te están grabando e intentas hacerlo bien.
¿Le ha gustado verse?
Sí, además te impacta mucho, porque tú no sabes si han escogido una escena donde apareces tú. Durante el rodaje nadie te dice si van a escoger la escena donde apareces. Vas al cine y de repente estás en la pantalla.
¿Fue el día del estreno de la película en San Sebastián?
No. (Risas)
¿Cuánto tardó en acudir al cine para ver la película?
Por lo menos diez días. Mis amigos me decían: ‘¿Sales en una película y no has ido a verla?’. Cuando fui al cine, lo hice con cinco amigos y estaban más nerviosos ellos que yo.
¿Sabía que salía en la primera escena?
No. Es más, como hay una bronca entre Dani Rovira y Clara Lago, pensaba que era una escena de la mitad de la película por lo menos. Me quedé un poco sorprendida. Luego encaja perfectamente.
Usted estudió diseño de interiores y ha participado en varias películas. ¿Le gustaría estar delante o detrás de las cámaras?
Detrás. Es sorprendente lo que hacen, como cuidan todos y cada uno de los detalles. Y en ‘Ocho apellidos vascos’, el local donde se rueda la escena donde aparezco ya estaba decorado. Aún así, es alucinante la meticulosidad con la que están ambientados todos los rincones.
¿Le gustaría dedicarse a la decoración en el mundo del cine?
Sí, porque cada secuencia es distinta y debe de ser un trabajo muy dinámico, imaginativo y especial. Bien es cierto que a mí me gusta más la decoración de casas u hoteles. Además sé que es muy importante, porque la decoración hace que se centre la escena, si es de época o actual y sitúa al espectador a entender la época en la que está ambientada la película o la serie.
Una pregunta más. Si no es indiscreción, ¿cuánto le pagaron por los dos días de rodaje?
Treinta euros al día, pero nos dieron de alta en la Seguridad Social. Es más, mi hermana, que es enfermera, no había trabajado nunca y en la hoja laboral que tiene ahora aparece: Dos días como artista. (Risas) Eso sí, en una de las películas más taquilleras de la historia del cine.