Nadie hizo caso a Alfredo, el albañil que sabía dónde estaba Blanca

Cuando le tomaron en serio, cuatro días después, se dio con sus restos
Parte del dispositivo de búsqueda.

Un dispositivo formado por 300 policías, guardias civiles, bomberos, por aire, tierra, agua, a caballo y con drones, y decenas de voluntarios buscaron durante 4 días a Blanca Fernández Ochoa, desaparecida desde el 23 de agosto.

 

La exesquiadora y medallista olímpica llevaba una semana en paradero desconocido hasta que el 1 de septiembre la Policía desveló que la buscaban y pidió colaboración. Acababa de encontrarse su coche en un parking para senderistas a dos kilómetros de Cercedilla, su localidad de residencia.

Tras cuatro días de intensa búsqueda, sus restos fueron hallados en el paraje conocido como el alto de La Peñota, en avanzado estado de descomposición, a unos 20 metros de un camino muy frecuentado, sin indicios de que hubiera sufrido un accidente. Se encontraba ya muy descompuesto en el momento de su localización por parte del sargento de la Guardia Civil Francisco Borreguero, que estaba fuera de servicio dando una vuelta por la montaña con su perra, Xena, un pastor alemán de tres años.

Junto al cadáver se halló toda la medicación que tenía recetada, entre ella el Sinogan, para tratar la esquizofrenia y la psicosis.

Se cerraban cuatro días de búsqueda que se podían haber ahorrado (el coste estimado de un dispositivo como este es de unos 100.000 euros al día) si el 1 de septiembre hubieran hecho caso a Alfredo, un albañil de 54 años que fue el último que habló con ella.

Coincidió con ella en Cercedilla a entre las 12 y 13 horas del día 23 de agosto, cuando desapareció. “Me preguntó claramente que si iba bien por ahí a La Peñota, y que qué vistas tan bonitas había desde allí. Después, al pasar junto al monolito, se santiguó y le lanzó un beso, imagino que en recuerdo de su hermano», rememora Alfredo para EL MUNDO.

Cuando el 1 de septiembre escuchó que Blanca llevaba una semana desaparecida y que la buscaban por todas partes, Alfredo llamó al cuartel de la Guardia Civil de Cercedilla, “pero no cogieron el teléfono. No habría nadie”, comentó.

Llamó a la Policía Local de Cercedilla y le tomaron los datos personales y les dijo que él había visto a Blanca el 23 de agosto. Le respondieron que muchas gracias y ya le llamarían.

Al ver que no le hacían caso, su hija Jeni, que tenía el WhatsApp de un policía local del municipio, le escribió diciéndole que tenían una pista muy importante sobre la exdeportista olímpica, pero le dijo que estaba de vacaciones.

Eso fue el domingo. El miércoles de esta semana, al incorporarse a su trabajo y ver el revuelo que se había formado, el amigo policía «me llamó y me dijo que qué había pasado con la pista de mi padre. ‘¡Pero si ni le han llamado!’, contesté. A las dos horas estaban los policías nacionales en mi casa. Se llevaron a mi padre al puesto de mando, y allí les contó que había visto a Blanca subir a La Peñota», explica a EL MUNDO.

Justo esa misma mañana, a las 12.30 horas, el sargento de la Guardia Civil Francisco Borreguero, que no formaba parte del dispositivo, encontraba el cuerpo de Blanca precisamente en La Peñota. Cuando la Policía y la Guardia Civil lo anunciaban a los medios, sus responsables de prensa deslizaban que esa zona «iba a ser explorada esta misma tarde», decían. Por qué? Pues porque «un vecino ha venido esta mañana a decir que vio a Blanca yendo hacia allí el 23», informa El Mundo.

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