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Opinión

La cosa va de ranas y otras rutas

La Rana de la Fachada Histórica de la Universidad.

 

[dropcap]C[/dropcap]uando salimos de casa, incluso antes de cerrar la puerta, ya sabemos dónde vamos a ir a parar; cuando nos hemos ausentado un tiempo y regresamos, lo primero es dejar la maleta, saludar a los nuestros e ir pitando a la Plaza. Cuando hemos llevado en nuestros corazones tanto tiempo a esta ciudad, la primera intención al salir a la calle es dirigirte a ella. «¿A dónde vamos?», nos preguntamos, «no sé, a la Plaza y luego ya veremos», es la respuesta habitual. No tenemos ninguna duda, echamos de menos la Plaza Mayor, inicio de cualquier ruta o de paseos en círculo sobre su suelo de granito.

Una vez satisfecha esta ansiedad tal vez caminemos hacia las catedrales, con guiño al astronauta («¿qué, la luna un poco lejos, no?», ya ni nos contesta), pasaremos bajo la parra centenaria de Unamuno y más tarde miraremos de reojo, con una sonrisa pícara, a la rana. Todo esto lo hemos hecho tal cual, calcado, pero al llegar a la Universidad…¡otra vez volvió a suceder! Os contamos:

Foto 1.

Sí, cierto, no ha sido la primera vez, pero no se sabe si por la falta de agua o porque un grupo de jovencitas se preguntaban ahí abajo si era esa a la que se pinchaba para hacer la prueba, el caso es que la rana aprovechó los andamios del proyecto Ascensum para poner las ancas en polvorosa y desaparecer (ver fotografía n°1). Esa circunstancia creó el caos entre los personajes de la fachada, surgió el nerviosismo y alteró su convivencia, pensaron que los turistas centrarían ahora sus miradas en ellos y no estaban acostumbrados pues ¡la protagonista era la rana y ya no estaba en su calavera!.

Las pesquisas nos llevaron al colegio San José de Calasanz, en el paseo de Canalejas, donde nuestros informantes (ver fotografías n°2 y n°3) no pudieron hacer nada por retenerla al carecer también de líquido elemento. Paramos aquí el tiempo suficiente para agradecer a su rector anteriores atenciones y continuamos nuestra búsqueda. No sabemos ni cómo ni porqué, ni tenemos ese salto de rana, pero la cosa nos llevó lejos; ahora cerca de otro colegio, mejor dicho, patio de colegio donde los niños corretean dejando para otro momento sus libros; es el Juan Jaén, en el paseo de Carmelitas. Enfrente, aferrada a la fuente de piedra, nuestra rana observa a los pequeños estudiantes; aquí hay agua, bueno, no siempre, nosotros la conocimos llena de tierra (ver fotografía n°4).

Pensando que ¡por fín! le daríamos la sorpresa de nuestro regreso, reanuda su marcha pero con salto pausado, pareciendo que no escapa, más bien llevándonos con ella. Y sí, nos invita a seguirla hasta su próximo objetivo donde nos revela su secreto: el escultor Agustín Casillas (1921-2016) quiere tomar prestada su imagen para acompañar a las Náyades, bien en hormigón (ver fotografía n°5) en la fuente del Alto del Rollo, bien en bronce (ver fotografía n°6) en la de la plaza de la Constitución.

Por nuestra parte hemos seguido una ilusión; que ustedes la encuentren bien.

Foto. 2.
Foto.3.
Foto. 4.
Foto.5.
Foto. 6.

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