[dropcap]E[/dropcap]n las dos entregas anteriores de este articulo, nos hemos ocupado de los contenidos del libro del que soy autor – “Hernán Cortes, Gigante de la Historia” –, y hemos apreciado también la semblanza del gran conquistador. Visto tanto por los historiadores y por sus críticos que no son pocos, generalmente asociados a los criollos y a los indigenistas. Pero también con una visión extraordinaria por parte de biógrafos e historiadores en general.
Hoy terminamos el tratamiento del personaje, con dos piezas más, una sobre su “Legenda Negra”, y otra sobre la necesitad de una “concordia hispánica” en torno a lo que fue la historia verdadera de la Nueva España, con base en las ultimas controversias habidas en torno a Cortés.
La leyenda Negra
La célebre Leyenda Negra, en su referencia a Don Hernán, se estudia extensamente en el libro: sobre todo a partir de 1821, con la independización de México, todo un movimiento con el que se pretendió condenar históricamente al creador de la Nueva España.
Naturalmente que en la conquista y después hubo abusos, pero nadie podrá hablar de represión generalizada; y mucho menos un genocidio. Lo que si hubo fue un colapso demográfico que originó la invasión microbiana y bacteriológica: viruela, sarampión, gripe, tifus, etc., que llegaron al Nuevo Mundo, inevitablemente, con los conquistadores, primeros europeos en alcanzar tierras hasta entonces exentas de esos males epidémicos.
Todo lo expuesto, y mucho más, es parte –volis nolis— de la Historia, con sus crueldades sin fin. Como sucedió en la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Cuando Juana de Arco ardió en la hoguera. O la Guerra de los Campesinos, en Alemania, en la que fueron exterminados más de 100.000 con el beneplácito de los Príncipes y de Lutero. ¿Y qué decir de la parte de en la Guerra de los Treinta Años, cuando Alemania quedó castigada demográficamente por más de un siglo?
Y todo lo anterior se multiplicó después: Stalin y sus diez millones de víctimas, Hitler con más de 20 millones, y Mao, tal vez con 30 millones, por los efectos de sus macroexperimentos del Gran Salto Adelante y de la Revolución Cultural.
No se pretende justificar lo uno con lo otro, pero en cualquier guerra hay víctimas, y si Cortés intentó algo siempre, fue no aumentar el sufrimiento una vez conseguida su victoria. El hecho es que ofreció un entendimiento a los mexicas durante los cien días de batalla de Tenochtitlán, y al final de la contienda en la ciudad lacustre fue el propio Cuahtemoc quien pidió a Cortés que acabara con su vida y su condición de Tlatloani, y que acabara igualmente con los jefes de Tezcoco y Takuba. Sin que tal cosa se hiciera. Luego, en las Hibueras, la cosa fue muy diferente.
Por una concordia hispánica
Todo lo dicho es ya pasado, un tiempo pretérito a considerar, cuando hay tanto que ganar con una reconciliación que ahora se presenta como algo posible, aunque sea (¿podría ser de otra forma?) en medio de toda clase de controversias. Porque, en el contexto de los 500 años de la conquista, resurgió la gran polémica, con una carta que el presidente de México –Andrés Manuel López Obrador, AMLO—, dirigió al rey de España, Felipe VI, y al Papa Francisco.
Carta de la que solamente se conocen extractos, por filtraciones, debiéndose subrayarse que habría sido la conveniencia publicar el texto completo, porque según el diario El Universal, en ellos hay esbozado todo un Plan de Concordia entre España y México. Para sustanciarlo en 2021, al cumplirse los 200 años de la independencia mexicana. Como al parecer también se recogen, en ese documento las críticas a los gobiernos de México después de 1821, por su expolio a las comunidades indígenas del anterior periodo virreinal de la Nueva España.
Aparte, también ha de recordase que, según el citado diario del D.F, el 67 por 100 de los mexicanos han rechazado, según encuestas realizadas, las exigencias de perdón de su propio presidente, “pues la España de hoy no tiene nada que ver con la de 1519”. Rotunda verdad, salvo que históricamente la España de hoy, es sucesora de la de hace 500 años.
En cualquier caso, hemos de reflexionar juntos, sin excesos verbales, conversar tranquilamente, como historiadores, sin transgiversaciones de ninguna clase, y mucho menos con rencores irreconciliables.
Lo que sería contar un día con el esquema de eso, de una verdadera reconciliación, y a tal respecto, creo que hay que dar la palabra a los estudiosos actuales de Cortés, de su vida y obra, y a sus críticos también. Y en plática en común, pensar, por así decirlo, en una suerte de dictamen histórico. Aunque, seguro continuará la polémica. Y ojalá que también el propio conocimiento sobre alguien y con un interés tan permanente.
— oOo —