[dropcap]V[/dropcap]eo con cierta desazón como el mundo se va a pique y cierta ‘locura’ se apodera de él. Una semana en la que yo misma experimente la ira, después de tanto tiempo manteniendo la templanza, ante cierta injusticia, embargada de justicia y de razón.
Mientras asisto estupefacta a una serie de noticias que jamás hubiera deseado ver, no alcanzo a entender el grado de placer que puede experimentar alguien al ver a una persona, a la que se supone que ha querido en algún momento, agonizar mientras le pide ayuda para no morir y permanecer mirando cómo se le escapa la vida durante horas, mientras la expiración y los golpes quedan grabados para la posteridad en un móvil.
Dicen que el amor no duele. Eso es lo que siempre hemos oído, a lo que yo argumento que duelen las personas que no saben amar. El amor enfermo, obsesivo, celoso, posesivo,.. el amor interesado. Pero, sobre todo duelen los silencios lo que no se dice y se atraganta, los miedos de todo aquello que un día empezó siendo una ilusión y el tiempo demostró que el amor no era aquello que nos habían contado. Creo que hay acciones que, aunque me intenten justificar, nunca entenderé, simplemente porque no tienen explicación, ni justificación, ni razón de ser.
Una semana demasiado ‘caliente’ en la que el acoso escolar volvió a hacerse notar en un colegio de Madrid. Me embarga la tristeza especialmente ver hasta donde se llega una vez más. Una menor de 14 años que acaba con una paliza en un hospital por la brutalidad de dos compañeras de un antiguo centro, que la buscan en el nuevo colegio al que ha sido trasladada y se ensañan con ella dejándole unas lesiones físicas muy importantes y un daño psicológico supongo que difícil de cuantificar.
Si ya la noticia en sí me causa horror, el entorno en las puertas de ese colegio, rodeada de 15 menores en círculo grabando con sus móviles como si fuera un trofeo del que hay que alardear para no ser menos que los demás, mientras evitan que esta menor puede escapar de la situación y que pueda recibir ayuda, pone en evidencia la deshumanización que existe, la falta de valores y la educación que van a recibir futuras generaciones y sí, puedo asegurar, que lo que veo no me gusta.
Me cuesta creer hasta dónde puede llegar la mente humana, mientras nos estamos dejando morir el planeta y seguimos pensando que la educación no forma parte de la solución a todo lo que esta semana hemos vivido. Y hoy más que nunca, me acuerdo de esa frase de David Sant: “Déjenme vivir con mis locuras, que bastante me está jodiendo la realidad “. Mientras cierro una semana agridulce con la esperanza de que el karma exista y ponga a cada uno en el lugar que le corresponde.
Más información: Asociación Salmantina contra Bullying y Cyberbullyin -ASCBYC-