[dropcap]D[/dropcap]ivertido, incisivo y excelente conversador, Héctor Ñaupari nos habla del amor, la pasión y los celos… En teoría. Por eso, queremos que nos hable de qué mala intención puede tener el amor, o el que ama, o el amado… ¿Quién tiende a aprovecharse de la debilidad del que ama?
Lo acabas de decir tú. En teoría, es un libro de poemas de amor. Empero, como el amor mismo, tiene diversos rostros, adquiere nombres distintos, vive otras vidas, conquista territorios y atraviesa lugares recónditos, hasta hace poco completamente inaccesibles. El amor es el mal, escribió el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, cita que encabeza mi libro Malévola tu ausencia, recordando que el autor de El mundo como voluntad y representación fue tanto un pensador agudo, idealista y pesimista al mismo tiempo, como un misógino impertérrito, herido por múltiples amores no correspondidos.
Ahora bien, adentrarse en el universo de Malévola tu ausencia es descubrir que el amor tiene muy malas intenciones. Cada una de mis malévolas (así las llamo) carga con ese fardo del mal ya sea para aprovecharse del supuestamente amado y sepultarlo en él, como la pérfida Milady con Athos, el mosquetero; o Salomé, princesa idumea, hijastra y sobrina carnal del perverso Rey Herodes; o para ser consumida por ese mal y sus desconciertos, como Madame Bovary con sus amantes y su suicidio.
En otras ocasiones, es el amado quien tiene todo el mal propósito. Severine se somete a la núbil e ingenua Wanda von Dujanew para pervertirla. Oliver Mellors seduce torvamente a Lady Chatterley, quien quiere huir de un matrimonio sin amor. A veces, también, el mal en el amor solo está en el ambiente: el rey David, aburrido en una tarde de verano, ve a Betsabé en su ablución y todo se desata sin freno hacia el abismo.
Por eso creo que el amor todo es incertidumbre. Que valerse del otro en el amor es un juego desconcertante, que la mujer o el hombre equivocados, como también correctos, están a la vuelta de la esquina, y por ende sus proporciones son cataclísmicas e infinitas.
Ahora que se habla tanto de la igualdad entre hombres y mujeres. ¿El amor nos iguala? o ¿amamos de distinta manera hombres y mujeres?
Desde luego, el amor nos iguala porque amamos de distinta manera. Los propósitos del amor nunca, o casi nunca coinciden. Buscar esa coincidencia, esa cuadratura en el círculo, requiere de actitud, paciencia, autoconfianza, y una dosis de sabiduría, así como de suerte. Las mujeres y los hombres no somos perfectos, ¿por qué tendría que serlo el amor, que proviene de nosotros? Buscar el amor “perfecto” que nos resuelva la vida o los problemas (que en realidad vienen de nosotros únicamente) es estar equivocados por completo en lo que queremos. Qué aburrido sería el mundo que los hombres y las mujeres amasemos del mismo modo. Dos barcos en la misma dirección nunca se cruzan. Polos iguales se repelen. Por tanto, hay que amar de distinta manera para poder amar.
¿La pasión ‘mata’ al amor o se pueden complementar?
El amor es pasión, pero no solo pasión. Creo que antes que complementarios el amor y la pasión son concurrentes y unívocos. Se van uniendo como las piezas de un rompecabezas. No obstante, también el amor y la pasión requieren química, empatía, complicidad, propósitos en común, para no morir; ese instinto que nos dice “encontramos a la persona para nosotros” aunque esa estimación sea alocada o presurosa. Ahora bien, ese instinto hay que educarlo, se educa leyendo, viajando y por supuesto amando. Tampoco hay que olvidar, como escribiera el autor de las Tradiciones peruanas, Ricardo Palma, que el amor es el vino que más pronto se avinagra; entonces, la pasión, pienso yo, es la botella que resguarda al vino del amor de volverse vinagre.
Tus poemas hablas de 18 mujeres, grandes personajes de la literatura universal de todos los tiempos. ¿En qué cama te hubiera gustado gozar?
En las camas de todas ellas. En la de Penélope metamorfoseado como su marido, el rey de Ítaca, a su regreso tras veinte años de espera; en la de Pies Dorados, siendo un cadete urgido como el poeta Alberto Fernández, en la cama aún por hacer de Madame Bovary. De hecho, la razón de haber escrito Malévola tu ausencia es para, por un momento, el mismo en que se lee uno de mis poemas, ser el personaje que se enreda entre las sábanas de cada una de ellas.
¿Qué historia de amor te hubiera gustado protagonizar a ti?
Si tuviera que escoger una, la de Dioniso y Ariadne. El Dios del vino y la fertilidad la pretende y hace su esposa, luego que ésta es abandonada por Teseo. Para seducirla, provoca en ella el encantamiento que produce el vino. Y se hacen marido y mujer.
Y aún estando ‘enamorado’ de todas ellas. ¿Cada una ocupa un estrato diferente en tu mapa vital?
En la adolescencia fue Penélope, Milady y Pies Dorados; en la juventud, Lady Chatterley, Dulcinea del Toboso y Bovary; en la madurez, Circe, Salomé, Friné, Salammbo y Miel. Las razones me las guardo hasta publicar mis memorias.
¿Qué lugar ocupa en la vida de Héctor Ñaupari la mujer?
El primero y el último lugar. No hay un solo espacio en el cuaderno de mi vida en el que una mujer no haya escrito, incluso en las páginas arrancadas.
Por último. ¿La pasión romántica nos salva o nos destruye?
A algunos nos salva. A otros les destruye. Sobrevivirla para seguir apasionado y romántico es la tarea vital. Que mi último aliento me encuentre devorado por la pasión romántica es mi mayor deseo.
Malévola tu ausencia, el libro que presenta Héctor Ñaupari este lunes 14 a la Sala de la Palabra de El Liceo a las 18.30 horas, consta de los siguientes poemas: Penélope, Circe, Pasifae, Ariadne, Betsabé, Friné, Salomé, Sherezade, Dulcinea del Toboso, Milady, Emma Bovary, Salammbo, Wanda von Dujanev, Constance Chatterley, Lolita, Emmanuelle, Pies Dorados” y Miel.