Salamanca tenía tradición de curtidos, tanta que su callejero así lo refleja con la calle Curtidores. Uno de los establecimientos de curtidos echa el cierre, Rodero Curtidos, en la calle Meléndez, y con él casi uno de los oficios tradiciones de Salamanca.
Rodero Curtidos exhibía los cueros vacunos que estaban al alcance de los ojos de los clientes, unos más oscuros, otros más claros, pero todos con el inconfundible olor áspero a piel de animal.
Ahora, después de 125 años, abrió sus puertas en 1894, uno de los pocos establecimientos de Salamanca que aún vendía piezas de cuero echa el cierre. En sus escaparates se leen carteles de ‘Liquidación por cierre’ y tantos por cientos de descuentos, junto con los botos camperos, zapatos de auténtica piel, aperos de pesca o artículos de marroquinería.
Es tal la tradición de curtidos de Salamanca que en el siglo XVIII recibió privilegios reales. Los curtidores se asentaban a la vera del río, porque tenían que lavar los cueros vacunos y pellejos ovinos.
Dos empresarios salmantinos, Miguel de Lis y Carlos Luna, hicieron fortuna con la piel curtida de los animales.