[dropcap]H[/dropcap]ay cosas que sabemos, que creemos y cosas que creemos saber. ¿Cada cuánto pensar con cuál de las tres andamos? Hablando de aseo, creemos saber que a diario por el bien propio y el ajeno, pero ojo con debilitar el sistema inmunológico. ¿Alimentación? Cada día también, aunque hay quien cree en los ayunos cíclicos depurativos. ¿Reír? Esto sí lo sabemos todos. No te ahorres ninguna carcajada, no impidas que tus labios quieran besar en silencio los lóbulos de tus orejas aun sin entender el motivo. Cuanto más mejor. Todo esto lo sabemos todos.
A unos les escuché que no querían saber nada de tomates castellanos porque son de Valencia. ¿Alguien que no sepa que allí hay tomates? Bien ricos. Deliciosos. Puede que no conozcamos cuántas variedades, pero creemos saber que muchísimas. Tamaños, formas y colores distintos. Con sabor a tomate en ciertos casos. Excelente. Creían conocer los mejores.
A otros les escuché que no era momento para comer nada, porque andaban enfrascados con lo que les quitaba el hambre de alimento y les alimentaba el hambre de ego.
El diablo haciendo de las suyas. Dicen que sabe más por viejo que por diablo. Se dice, pero es mentira. Las montañas tienen cientos de siglos, miles de milenios y no saben absolutamente nada. Tampoco les hace falta. A ti y a mí, sí. El diablo no sabe absolutamente nada a golpe de certificado de nacimiento, sabe por todas esas tentaciones que tiene y ofrece. Sabe por la infinita cantidad de cosas que ha probado, por cómo lleva desde siempre jugando con el hambre, la limpieza, la risa y el ego.
¿Cada cuánto tiempo hay que pensar a qué está jugando el diablo? Tantas veces como tengas oportunidad. ¿Cada cuánto tiempo surge esa posibilidad? Cada instante. Con cada sabor, con cada olor, con cada cambio de temperatura, con cada imagen y cada sonido. Con cada cosa que haces por primera vez y con cada una de sus posteriores repeticiones. O dejarás de cumplir años.
Los años se cumplen solo cuando estamos limpios. Las manchas pasadas son expertas en anular efemérides. El temor a las futuras arruina cualquier celebración. Los años solo se cumplen sin hambre. Porque con hambre no importa el sabor, lo único que importa es quedar saciados. Los años solo se cumplen con la sonrisa puesta. Porque los días sin ella no cuentan, sencillamente pasan.
Solo alguien con ganas de niño esperando a lo que llegará a continuación. Solo alguien que aplaude lo que ya sabía o esperaba y que acepta con gratitud la sorpresa de lo no sospechado. Solo alguien con respeto por las dos libretas, una con los apuntes previos y otra en blanco para los nuevos es capaz de cumplir años.
Solo se cumplen estando en disposición de conocer, de comparar, de disfrutar, de celebrar. Solo con una sonrisa permanente para adentro y hacia afuera. Solo con un estado de aseo ajeno a los ojos o a la nariz. Solo de par en par.
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