[dropcap]A[/dropcap] mi lado lo tuve durante muchas noches compartiendo habitación en Madrid. Era un tipo único e irrepetible, con la vida solucionada y a punto de casarse.
Cuando detecté lo que estaba ocurriendo, descubrí que nadie tenía ni pajolera idea de cómo cortar aquello.
En menos de lo que dura el agua del botijo en la era por agosto, ya no había remedio alguno. A parte de joder su vida, se cargó el sosiego de una familia respetable que lo intentó todo por él.
Cuántas veces me acuerdo de Julián, cuántas veces me digo que podría haber salvado el pellejo si hubiese tenido la oportunidad de caer en manos de los profesionales que hoy Proyecto Hombre tiene diseminados por toda España.
Qué diferencia de tiempos y ritmos sociales. Aquel momento era el de los indeseables que, vistiendo la indignidad como haraposos mendigos, desprendían asco y distancia hacia quienes vestíamos la honorable ropa del domingo.
La droga que se cobró la vitalidad de miles de jóvenes, se situó como uno de los problemas más importantes de la sociedad en aquel tiempo. Una situación de podredumbre diseñada por las mafias y cientos de serviles hijos de perra que lograron la difusión de un miedo que hacía estragos en aquella época borracha de experimentos.
El gran drama es que hemos tolerado la adaptación de quienes manejaban aquella esclavitud del hombre a su antojo, a esta época en la que se han colado en los sumideros sociales para seguir haciendo caja a costa de una enfermedad que se trasmite por contagio de falsos colegueos. Todo está estudiado para que la invisibilidad de esas drogas nos haga creer, que estamos mejor que en los años 80. Lo importante es no ver ni saber que, a nuestro lado, el consumo de sustancias extiende su larga fisonomía de culebra, hasta enroscarse sin hacer ruido en el frágil cuello de cualquier incauto.
Proyecto Hombre en Salamanca abre de forma continua sus puertas, para mostrar, a parte de su trabajo, la sociedad en la que vivimos a través de los chicos que allí buscan con fuerza de titanes volver a nacer en la vida. Y es que la lucha es complicada cuando el poder político no reconoce la importancia del problema.
Mientras tanto, la ignorancia y todo tipo de prejuicios siguen sin entender que el consumo de drogas fabrica enfermos a nuestro lado. Enfermos inocentes, que en Proyecto Hombre, lo sé, vuelven a recobrar la sombra que perdieron injustamente, tiempo atrás, en cualquier descampado de la vida.