[dropcap]L[/dropcap]a columna es hoy en día el género periodístico más valorado, al menos entre los lectores cultivados. Las noticias nos llegan por mil conductos y cuando abrimos el periódico casi todo lo hemos oído o leído con anterioridad. Hay formas de enfocar la noticia, es cierto. Hay, en el variopinto ejercicio de informar, estilos cuidados y criterio periodístico. Pero también existe la reiteración inane, el copieteo desvergonzado, la bazofia del amarillismo intelectual, la banalización de lo trascendente y la exaltación de la insignificancia. Y esto debiera tenerlo en cuenta el lector al elegir, aunque mucho me temo que no termina de ser así. El caso es que la noticia, en sí, no sé hasta qué punto es lo principal, porque ya la conocemos.
La columna aporta empero esa reflexión sosegada que supera tiempos, espacios y momentaneidades en cualesquiera de sus circunstancias. La opinión, que en la atinada interpretación platónica media entre el conocimiento y la ignorancia, amplía los horizontes, permite contrastar, suscita entusiasmo o indignación, afianza pareceres o confirma repulsiones. La opinión es libre, porque si no lo fuera dejaría de ser la de quien escribe. Casi siempre es respetable y en ocasiones, dependiendo del quién y sobre qué, hasta autorizada.
La columna es un soporte, en origen arquitectónico, en el periodismo para el medio. Efectivamente, el prestigio de un periódico depende en buena medida de la notoriedad de sus columnistas. Por ello los medios que priorizan la calidad sobre los números miman la opinión. Son conscientes de que en ello se juegan su reputación. Al menos así era antes, porque el panorama de la prensa local, en este sentido, es ahora bastante desolador. Con frecuencia, demasiada, da la impresión de que vale cualquier cosa. O simplemente ni se considera este género. Hay excepciones, faltaría más. En Salamanca nos enorgullecemos, por ejemplo, de contar con uno de los mejores columnistas del país, el maestro Estella, don Alberto. Aunque no estemos de acuerdo con él, aunque toque un asunto que para nada nos interese, lo dice todo tan bien que siempre da gusto leerle.
La columna es necesaria, ayer y siempre. Atarse a ella, con la frecuencia que sea, implica un compromiso y supone una responsabilidad para con los lectores. A ellos nunca se les puede faltar al respeto. Y algunos lo hacen con tal descaro que resulta inverosímil la connivencia con el medio que los soporta. Somos conscientes de esta realidad y por eso, con ilusiones renovadas, retomamos hoy la apasionante tarea del opinar sin estar ceñido ni encasillado a un tema específico. Un reto que nos lanza Lira Félix, la directora. Gentilmente nos abre las puertas de La Crónica de Salamanca y permite sumar nuestra firma al selecto grupo de columnistas que integra la sección de opinión. Le agradecemos su confianza y esperamos no defraudar las expectativas de un medio, rara avis, que sí se preocupa por la corrección y calidad de cuanto en él se publica.