[dropcap]M[/dropcap]e contaba Genaro que hace dos semanas le saludó un individuo en la calle como si le conociese de toda la vida. Mi colega, por aquello de no preguntar quién era, no siendo que hiciese el ridículo, dejó que le narrase su mala fortuna.
Aquel sujeto había extraviado la cartera con la documentación y el dinero que tenía. Pero lo que conmovió a Genaro fue saber que aquel hombre estaba buscando a algún conocido que le prestase unas monedas para coger el autobús de su pueblo. Genaro, santo varón y buena persona donde las haya, le sacudió un billete de 20 euros, dejando su conciencia tranquila. El individuo se despidió dándole las gracias, rogándole que fuese por su trabajo (un acreditado negocio de la ciudad) donde le devolvería el dinero prestado.
Genaro, nada más quedarse solo, cayó en la cuenta de que había sido víctima de un chapucero timo.
En una charla de sobre mesa, con un grupo de amigos, hace unos días, uno de ellos nos hacía ver que la picaresca española de la edad media, con el Lazarillo como gran protagonista, es un simple reflejo de lo que pasaba en este país, culpando en parte, a las andanzas del pobre Lázaro de una herencia que mantenemos viva apenas se nos pone a huevo la ocasión.
Es verdad que tan docto amigo, dejaba claro que los pícaros literarios se mofan engañando a sus victimas por pura necesidad y estos otros astutos delincuentes de nuestro tiempo, lo hacen para satisfacer los oscuros e indescifrables reclamos de sus mentes retorcidas.
A cuenta de esto, otro amigo nos refería una historia digna de aparecer en las mejores crónicas del engaño. Nos narraba cómo algún carbonero al que él había conocido, le relató que cuando descargaban los camiones de carbón se cubrían la cabeza con sacos vacíos. El asunto era que aquellos sacos los apilaban encima de los que habían vaciado, para meterlos en el balance final de la descarga, como si hubiesen dejado su contenido en las carboneras de los confiados clientes.
Sería absurdo que por estas situaciones insólitas generalizásemos, tildando de picaresco a este país, que da lecciones muchas veces en materias solidarias. Sirvan como ejemplo las donaciones de órganos o esas movidas nacionales a las que se suman cientos de voluntarios para luchar o resolver situaciones de todo tipo.
Otra cosa es que, en alguna situación pintoresca, se nos despierte el ramalazo ocasional que saca partido a cualquier asunto que nos convenga. Y es que algo debe tener el agua, cuando reconocemos que en alguna ocasión la bendecimos…