[dropcap]V[/dropcap]álgame la cita de Francis Bacon; “léase no para contradecir o impugnar ni para creer o dar por admitido, ni para encontrar tema de charla y conversación, sino para sopesar y considerar”.
Se dan multitud de casos en los que la solución al problema poco o nada tiene que ver con el problema en cuestión, se encuentra más bien en orígenes que, de nuevo, poco o nada tienen que ver con el destino. Podría ser el caso de los montes. Y todo por culpa del capricho de la naturaleza. Porque, no te preocupes, al planeta no le va a pasar gran cosa por mucho que la liemos. Estamos lejos de hacerlo explotar y lanzarlo en un gúgol de pedazos hasta el lado de allá de los confines de la galaxia. Desapareceremos nosotros, quizá animales y árboles, pero la pelotita seguirá girando.
Dicen de los incendios que se apagan en invierno, cuando llueve, cuando hace frío, cuando la niebla es todo el humo que podemos ver. Las goteras, en cambio, aceptan mejor solución en verano, con el tiempo seco. A los hombres, los hacen los niños. Leyes del mantenimiento.
Con las carreteras pasa parecido. Un instante después de depositar y compactar grava y brea por donde previamente la cuchilla había desnudado de vegetación un suelo fértil, tozuda, una brizna de hierba comenzará su pulso por encontrarse de nuevo con el sol. No sabe hacer otra cosa que insistir, que conservar la vida, que perpetuarse.
Abandona una casa y será devorada desde, quizá, una junta entre las baldosas del baño donde se cobijó el último aliento de humedad al escuchar el giro de la llave de la puerta. Deja una parcela bien trabajada durante décadas una sola cosecha y se convertirá en un perdido en el que asomarán vigorosos cardos y áspera forrajera. Olvida el paseo por la senda y bastará una primavera para que al verano le haga falta imaginación para ver debajo de la hierba. Desdeña la limpieza de la chimenea y al humo que antes se estiraba curioso, le abrazará la pereza. Son las leyes de la naturaleza.
Pero no son éstas las cosas preocupantes aunque a veces lo parezcan. Se vivió sin casas y sin sendas, también sin caminos se guiaron carretas. El asfalto es de antes de ayer y éste es mucho más pequeño que los mañanas que por delante esperan.
Que un hombre no piense, ni lea. Que no acepte discusión acerca de lo que ama o le molesta. Que emborrone lo que el contrario contempla. Que se preocupe únicamente por su hacienda. Que ni se cuestione ni admita enmienda. Que aborrezca y rechace todo lo que no entienda. Que luche en cada batalla olvidando el motivo que le llevó a la guerra.
Que haga todo eso y habrá firmado la carta de libertad a su animal naturaleza. Una muy cómoda, probablemente hasta placentera. Le avalará cuando nazca, cuando crezca y cuando se reproduzca. Nada más dejará cuando muera.
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