Opinión

A refugiarse, que vienen los refugiados

Foto. Pixabay. Alexas Fotos.

 

[dropcap]A[/dropcap]yira muestra en el rostro el color intenso de la solana africana y en sus ojos abre con intensidad un pozo de inmensa tristeza. Como un rayo aparece y se fuga una sonrisa forzada. Es como si no supiera reír…

 

Ayira trae sobre los hombros el hambre interminable del camino. Atravesó cuatro países sintiendo que no era más que una piltrafa humana, como lo fue en el suyo…

Cruzó el todo como ella dice, para encontrarse en el súper mundo de la prepotencia donde Europa brilla como un inmenso astro.

Y al lado de ella está Nadia, una mujer marcada a fuego por la guerra en uno de los países más acunados por las importantes culturas que bendijeron la tierra. Siria para ella sigue siendo el surco al que ha de regresar y, aunque de su casa solo quede el recuerdo, como ella dice, le sobran fuerzas para levantarla diez veces. Nadia se emociona cada vez que nombra a su país y no hay nada, según cuenta, que la aparte del retorno. Solo vive para regresar, para volver a sus esencias.

Como Ayira y Nadia, millones de seres humanos recorren los vericuetos de la tierra buscando simplemente un espacio donde sobrevivir. Un lugar donde recobrar el aliento para regresar a la tierra que les inunda de amor el alma, porque pertenecen y son parte de ella.Cuando esto no es posible, por estar señalados con la marca de la persecución, se embarcan en la memoria de la eternidad, para revivir lo que fueron junto a los suyos en las fértiles praderas de la existencia.

El sueño que les bendice la frente cuando miran al sol de la esperanza, se deshace al pronto al llegar a los muros del ¿primer mundo? Este mundo opulento que vive para fabricar apariencias y palabrería en los circuitos internacionales del postín charlatán propio de ferias y mercados.

Quienes buscan refugiarse junto a nosotros se convierten en desecho, material sobrante, que en la voz de los tracaleros populistas son vendidos como personajes hostiles que surgen de la nada para robarnos lo que aún nos queda.

Alimentados nuestros feudos con la abundancia consumista que nos tiene maniatados, abrimos los resortes de los prejuicios, para asimilar la gran mentira que convierte a los buscadores de aliento, en ladrones de nuestras comodidades.

Los tratados y todas las parafernalias internacionales sobre los refugiados, simplemente son papel para triturar en las inmensas máquinas de la indolencia que presiden este tiempo de mafias y políticos incompetentes de la cosa internacional …

 

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