Mis cuatro paredes

Redes sociales. Foto. Colin Behrens. Pixabay.
Redes sociales. Foto. Colin Behrens. Pixabay.

 

Christian L.G. Estudiante de Psicología y Opositor
Christian L.G. Estudiante de Psicología y Opositor

Querido lector, sin paños calientes: ¿Qué entiende su mente por felicidad?

Hace 9 años, en mi primer día en la facultad de Psicología un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme nos bombardeó sin piedad con esa pregunta nada mas sentarnos. Hubo varias respuestas dichas contra el cuello de la chaqueta, pero ninguna tan orgullosa como la mía:

“Mi felicidad es haber entrado en psicología para salvar a todo aquel que lo necesite”

Sinceramente, nunca me habían mirado con tanta lastima unos ojos viejos de edad y de experiencia. Simplemente se limitó a retarme con la mirada diciendo: “¿Qué sabes tú de salvar a nadie si no sabes lo que es estar realmente jodido? “

Me duele admitir que aquel hombre tenía razón. Hable con la soberbia del que se cree invencible y no entiende lo duro que es salvar a una persona que no es capaz de pedir ayuda …

Por desgracia, vivimos en un mundo en el que las redes sociales se han convertido en el altavoz de la hipocresía, en la totemización de la opinión de un palurdo anónimo tras la barra de un bar, pero con un mayor impacto social.

Generalmente nos quedamos con todo lo bueno que el estar conectados conlleva, pero, si me permiten llevármelo a mi terreno, hay gente que cree que ese comportamiento destructivo e incendiario es el sendero marcado para progresar en esta vida. No pretendo ser un santo, de hecho, tengo más de capullo que de santo, pero creo que como eterno estudiante de Psicología debo defender la autorreflexión dentro de nuestro pequeño reducto mental.

Quizá por eso sea tan importante ser conscientes de que, así como ponemos una foto de perfil con la que dar una impresión al mundo de lo que queremos ser, deberíamos estar seguros de quienes somos. Esa identidad no nos la dan unos cuantos “likes” o unos cuantos filtros. Esa identidad nos la dan las paredes de nuestra mente

Ese cubículo suele ser pequeño, gris y aterrador, de paredes desnudas cuando nacemos y, a medida que ganamos experiencia y crecemos lo vamos forrando de todo aquello que alguna vez fue y es importante para nosotros solo para hacerlo cada vez más acogedor. Eso no quita que la decoración cambie tras un nuevo revés de la vida e incluso queramos tirar todas esas paredes, pero con el tiempo debido la volvemos a forrar de ilusión y nuevos momentos. Pero…

¿Qué reducto tiene aquella persona que vive con miedo de no saber quién es?

Ese es el mayor miedo de nuestra generación, no cumplir las expectativas de los demás, ser insuficientes para nuestros padres, parejas y amigos. Por eso nos dedicamos a subir y ser lo que la gente quiere ver y tener en sus vidas. Pero, al menos una vez al día deberíamos encerrarnos entre nuestras cuatro paredes y preguntarnos: ¿Soy feliz así?

La mayoría de las veces no nos contestaremos, pero el día que la vida nos haya dado el enésimo revés, quizá ahí, al preguntárnoslo, seamos sinceros por una vez y nos digamos lo que sentimos sin mentirnos y sin tener en cuenta la opinión de los demás.

Esa es la respuesta que mi profesor buscaba y que ninguno supimos darle, que todo empieza rompiendo nuestra pequeña prisión mental para lograr ese cambio de paradigma y ser simplemente lo que queramos ser, pero eso sí, según nosotros mismos.

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