[dropcap]E[/dropcap]l duelo comenzaría al amanecer. A la izquierda de las puertas del saloon, con el sol a su derecha está ella, la complejidad. La que busca y rebusca como una inadaptada. La que no se conforma con saber que los gatos tienen cuatro patas e insiste en buscarle 3. En el sentido de las agujas del reloj, son tres. Al revés, tres también. Comenzando por la delantera derecha, tres. Por la trasera izquierda, ojo cuidado, tres. Con el gato panza arriba, tres. Si es de noche, tres. Un gato entero, cuatro patas.
A la otra izquierda, con su supuesta dejadez, esa que hace que le importe un amaranthus retroflexus, alias bledo, el lugar en el que se ubica el sol, la impertérrita basicidad. Ya te digo yo lo que le preocupa el número de patas que tiene de serie un gato. Sabe que hay gatos y supone que sus extremidades serán las adecuadas, de lo contrario, habría tenido problemas a lo largo de la historia y serían ya eso mismo, historia. Si hubiera tenido menos, o ninguna, sería una especie de canguro, o una serpiente, si hubiera tenido más, quizá una araña o un ciempiés. Hay gatos. Es un hecho.
Como no nos gustan las pistolas, este particular duelo era de oratoria. Complejidad defendería que nunca serían suficientes las vueltas a dar a las cosas, ya que en cada giro, siempre cabe descubrir algo nuevo, tropezarse con una información relevante capaz de cambiar el sentido de los acontecimientos forever.
Basicidad se presentó al debate porque se lo pidieron. No veía necesidad alguna en discutir sobre asuntos que no llevaban, en el más reñido de los casos, más que a recolectar la razón de la mitad más uno. Sabiendo además, que daría igual, los que simpatizaran con el equipo ganador se sentirían ganadores, la parte derrotada se sabría en cambio en posesión de la verdad minoritaria. Verían a los otros portando un trofeo para el que no hay buen lugar de guarda.
La bala que abriría el combate escogida en popular referéndum fue una sesuda pregunta: ¿Qué responde usted cuando le preguntan qué tal?
Compleja fue la encargada de coger el guante en primer lugar. Vino a defender con detallados argumentos y feroz crítica cómo la sociedad se estaba distanciando de sí misma y que nos estamos convirtiendo en seres individuales e individualistas ya que ni siquiera prestamos atención a una pregunta directa renegando de responder desde el corazón, con sinceridad y apertura. Por eso, ella solo contestaba con un neutro “bien”, sabedora de que esa era la única necesidad de saber que tendría quien pregunta.
Basicidad replicó con mayor brevedad, lógicamente. – ¿Yo? “Bien” – dijo.
El juez responsable del arbitrio decidió establecer la nulidad en el combate, dejando a pie de la cartulina de la calificación su reflexión. “Comenzar con Complejidad hace que lo básico se convierta en absurdo. Partir de y hacia lo básico nos da la negrita para un titular pendiente de su detallado desarrollo”.
Hola. ¿Qué tal?
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