[dropcap]P[/dropcap]or miedo a generalizar, nos afiliamos muchas veces a la mayoría silenciosa donde se sufren las miserias que blanden, por doquier, esos personajes que corrompen los servicios públicos, con actitudes intolerables que atavían el cabreo.
Que todavía te encuentres con un mendrugo enfermeril en la zona de urgencias de un hospital ¿universitario? como el de Salamanca, es para dar un golpe en la mesa que haga temblar los entornos del tinglado sanitario.
Y es que una señora embatada, dándole a la lengua hace unos días, soltó un escupitajo en forma de palabras, propio de la ancianidad del cuaternario. Principió negando a un chaval que tuviese una fugaz visita, en los boxes de la paciencia, como otros pacientes la disfrutaban, por entender ella, cegata de principios, que la familia es estrictamente aquella que comparte lazos de sangre y dos renglones en un libro legal.
Pero lo peor fue cuando el mozalbete que buscaba cura, escuchó cómo, detrás de una mampara, la susodicha funcionaria desenredaba la lengua como un camaleón cuando caza avispas: Eso le pasa por consumir drogas.
A cuento de qué, alguien, que recibe la soldada de quienes usan la seguridad social, puede permitirse el lujo de hacer apología de una bajeza moral tan deplorable. ¿Quién resarce al joven señalado por quien debe guardar discreción y sigilo ante lo que cuenta cualquier paciente dentro del entramado sanitario?
El chico, un joven de nuestro tiempo que está luchando con bravura para dejar atrás una etapa negra de su vida, no se merece sentir cómo se le clava el dedo de la ignorancia en su derecho a la confiabilidad más absoluta, cuando busca remedio en las urgencias de un hospital.
Una enfermera tan torpe no puede estar cerca de pacientes que necesitan, tanto como los medicamentos, un soplo de dignidad y esa palmada llena de cariño y comprensión humana.
De sobra sé, como tantas veces lo he escrito, que estas son minúsculas anécdotas dentro de un sistema sanitario que brilla a nivel mundial, más por los profesionales que lo mantienen, que por los políticos que lo gestionan.
Por otro lado, en este tema tan delicado, podemos decir, llenos de orgullo, que Salamanca destaca brillantemente en nuestra comunidad, por ese departamento de psiquiatría que, en el Hospital de los Montalvos, desde una reconocida profesionalidad, aporta su indiscutible labor frente al problema del consumo de sustancias, que muerden con fuerza las vísceras endebles de nuestra sociedad.
Claro que un garbanzo negro no puede malearnos el cocido, pero por una cuestión de ética y estética hay que sacarlo a tiempo de la olla …