[dropcap]D[/dropcap]e mil formas se puede narrar lo que es una vida. En tiempo y en espacio, como pasillos o salas, haciendo analogías con sólidos y con fluidos. Con distintos verbos, con infinidad de adjetivos. Siendo siempre una misma cosa, siendo siempre cosa distinta. Como fácil y como difícil.
Me alineo con el pensamiento de la sencillez. Es fácil. Como saber que al número 3 le antecede el 2 y le sigue el 4. O difícil, si nos enzarzamos con los decimales y terminamos combatiendo con el 2,9 y el 3,1. O los infinitos que existen entre aquellos 2 y 4. Existen las dificultades matemáticas, pero dejan de ser problema una vez ajustada la mecánica narrativa. Hablando naturalmente no hay lugar para el conflicto.
No creo que haya que ser ninguna lumbrera intelectual para contar del uno al cien. Quizá por aburrimiento, por necesidad de que aparezca la emoción, porque existe Telecinco, o por lo que sea, terminamos por introducir en el relato al número pi, elevamos el 3 a la enésima potencia o buscamos su logaritmo neperiano. Ojo, que existen y tienen su función, pero siempre para las funciones para las que deben existir. No para contar.
Y hablando de contar, aquí una historia genial acerca de una camisa de manga corta, del un-dos- tres y del a-b-c-d-ario. La protagoniza una sencilla señora sabia que ama a su marido camionero. Confiesa que le gustaría que él (coge aire), esforzado nómada que pasa gran parte de su vida en una cápsula de metal y cristal desde la que devora kilómetros llevando cosas de un sitio a otro para conseguir monedas con las que poder seguir devorando kilómetros para obtener más monedas que le permitan devorar más kilómetros para… Periódico puro, pase más tiempo con ella.
¿Qué hace ella? De vez en cuando, le compra un par de camisas de manga corta. O tres, que es el número que naturalmente sigue al dos. ¿Por qué? Porque a él le gustan. ¿Consigue así que su marido deje el camión? No. ¿Para qué? Para que él esté a gusto. ¿Qué gana ella? Nada. Todo.
Nuestra doméstica heroína podría hacer algo bien distinto, claro que sí. Podríamos demandarle un poquito más de empoderamiento si se quiere. También tachar su conducta de aceptado machismo subsidiario. Faltaría más, por poder… Pero ya no tendría que ver con las matemáticas básicas, entraríamos en el campo de las ciencias de la complejidad como es la búsqueda de las huellas mágicas.
¿Raro? Hablamos de ciencias complejas, no podría ser de otra manera. Consiste no sólo en pretender pisar por donde ya se ha pisado, sino que esas marcas nos las presenten a medida y recién hechas y que además, pertenezcan a quien nosotros queramos. ¿Un ejemplo?
Coge aire de nuevo. Juan se enfada con Juana porque Juana no invita a Juan al concierto del grupo favorito de Juan.
Oye Juan, que digo, que si quieres ir al concierto con Juana… ¿por qué no invitas a Juana al concierto?
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