[dropcap]S[/dropcap]e llama calma y me costó muchas tormentas.Se llama calma y cuando desaparece…. salgo otra vez a su búsqueda.Se llama calma y me enseña a respirar, a pensar y repensar…Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad.”
Bienvenida, bienvenido. Con esta oda del Dalai Lama dedicada a la calma, comenzamos hoy una columna que nos ayudará a colocar a la calma en ese lugar tan importante que se merece.
En mi opinión, la calma es algo que siempre está ahí, dentro de nosotros, solo que a veces, si fuéramos un cajón, no la veríamos porque está demasiado lleno o desordenado. La perdemos de vista y, como dice el Dalai Lama, hay que salir de nuevo en su búsqueda. Es un valor preciado del que, cuando no lo tienes, te das cuenta bien, pero requetebién.
Nos importa mucho nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestro ocio…, pero todos ellos, si no estás en calma, no sirven de nada ni los vas a disfrutar. En el momento que nos ha tocado vivir, pues no hemos podido elegir, contamos con un montón de privilegios que antes no existían, como es el desarrollo tecnológico, el inmenso acceso que tenemos a la información… Un sinfín de cosas, que a la vez hacen que la vida vaya muy deprisa e incluso quizás alguna vez hayas pensado: “Que se pare un momentito el mundo que yo me quiero bajar y disfrutar de este instante”. Y a veces perdemos de vista a nuestra amiga, la calma.
La suerte y el regalo que te voy a desvelar es que la calma, como una bella berenjena, se puede cultivar. Se puede cuidar, regar, mimar y disfrutar. Así que te preguntarás: “¿Cómo cultivo yo la calma como una berenjena? Si no tengo huerto…”
¿Cómo cultivar la calma? Sencillamente, antes de nada te diré que se cultiva entrenando la mente para la tranquilidad. La mente siempre se está moviendo porque es dinámica. Por eso una mente no entrenada pasará de una preocupación a otra. Para evitar que salte continuamente, hay que educar a la mente. Y esto es como cuando un médico te receta algún medicamento y te explica la toma adecuada. Pues la calma requiere de sus dosis. Esto significa, por ejemplo, que de 168 horas que poseemos en una semana, le dediquemos unas cuantas a este cultivo. Dedícale tiempo a tu recogimiento, a estar en silencio y dejarte estar.
Por supuesto, la práctica de yoga y la meditación te va a ayudar mucho en ese entrenamiento de la mente para la calma. Dedica de esas 168 horas, algunas de ellas a tu práctica de yoga, a meditar, a entrar en el silencio y disfrutar de ello. La calma es como si aligeraras el peso, te sentirás con más liviandad.
La calma nos saca de la oscuridad, así que: “Ve hacia la luz, Carolina”. Ten un buen día y cuida tu energía. Yoga Ganesha