[dropcap]N[/dropcap]unca olvidaré aquel día trágico de 1996 en el que descerrajaron tres disparos a Francisco Tomás y Valiente en su despacho de la Autónoma. Era 14 de febrero y asistía por primera vez, en la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense, a una reunión de armonización para la selectividad. «Cada vez que matan a una persona, nos matan a todos un poco», había dicho cuando supo de otros asesinados. Él había sido profesor en la Universidad de Salamanca en los sesenta y su manual de Historia del Derecho Español era referente obligado para juristas e historiadores. En aquella reunión el coordinador,conmocionado aún por el atentado, terminaba dando ánimos a los profesores y recordando que la Historia, entonces la Contemporánea de COU, era una asignatura querida por los alumnos y en muchos casos les salvaba la nota selectividad.
Desgraciadamente, ya no podemos mantenerlo. Con el actual sistema y, sobre todo, con el modelo de examen EBAU para la Historia de España, poco puede hacerse por esta asignatura tan maltratada. Ningún docente cree en el examen, salvo que forme parte de la supraestructura político-educativa, ni en los condicionantes que impone al explicar la asignatura, sencillamente aberrantes. Y como en el distrito de Salamanca somos estupendos afilando el lápiz para corregir, ya sabemos los resultados. La anterior estima por la Historia se ha transformado, mayoritariamente, en desprecio.
Un modelo de examen rígido, por eso de lograr correcciones objetivas, acaba prostituyendo la esencia de las Humanidades, que es interpretar y relacionar. Siempre creí, porque así me lo enseñaron los buenos profesores que tuve, en una Historia que nos permitiera disponer de una herramienta intelectual que potenciase la capacidad de razonar, interpretando el presente desde la experiencia del pasado, en un medio para adquirir autonomía de pensamiento y desarrollar la actitud crítica que potenciara nuestra libertad. Pero, mucho temo,hay quien no pretende eso para la sociedad del mañana; no la quieren ni crítica ni libre. Quizás por ello maltratan estas disciplinas.
Decía Lucien Fevbre, en sus Combates por la Historia, «La Historia es la ciencia del hombre, ciencia del pasado humano. Y no la ciencia de las cosas o de los conceptos».Por eso resulta fundamental potenciar algo tan específicamente humano como la capacidad de razonar. La Historia esencialmente memorística que se ha reimplantado es involutiva, una regresión en toda regla al modelo que Fevbre y tantos otros colosos del pensamiento se esforzaron por combatir durante la primera mitad del siglo XX.
Los alumnos son siempre la parte más débil del sistema educativo. Y a ellos se les está hurtando la posibilidad de saber en realidad qué es y para qué sirve la Historia, que nada tiene que ver con la memorización de los 68 estándares de aprendizaje que, cada vez más precocinados y enlatados, exigen a día de hoy. Me duele por ellos y sufro junto a los que me han encomendado, intentando pese a todo inculcarles la necesidad de combatir por la Historia y las Humanidades.