“He llegado a volar con cinco pasajeros. Había más tripulación que viajeros”

Rebeca Valle, auxiliar de vuelo
ICAL. La auxiliar de vuelo palentina Rebeca Valle durante un vuelo a Barcelona.

 

 

[dropcap]L[/dropcap]a crisis del coronavirus y las medidas de contención han provocado el cese o la disminución de un sinfín de servicios, entre ellos el transporte, lo que ha dejado a las aeronaves en tierra tras la suspensión de gran parte de las conexiones regulares. Esto ha provocado situaciones nunca vistas como relata a Ical la auxiliar de vuelo palentina, Rebeca Valle, que reside en la ciudad alemana de Berlín desde el pasado octubre.

 

David Herrero / ICAL. Rebeca Valle, perteneciente a una de las principales aerolíneas europeas, detalla que, al darse a conocer los primeros casos en Europa, el Covid-19 “no era más que un tema de conversación entre trabajadores del sector y en los diversos aeropuertos”, aunque añade que comenzaba a extenderse el “miedo al escuchar testimonios de compañeros de Italia”, tras la rápida propagación en el país mediterráneo y el presumible cierre de las fronteras.

Afirma que, a raíz del empeoramiento de la situación italiana, la cantidad de pasaje descendió drásticamente. Tal es así que, en el momento en el que comenzó la alerta, siguieron operando con normalidad a diferentes ciudades como Roma, Milán o Bolonia, pero cada vez con menor aforo. “He llegado a volar a Milán con cinco pasajeros, entre ellos un recién nacido. Había más tripulación dentro del avión que viajeros”, subraya.

“La precaución se notaba en las caras de los pasajeros, quienes iban ataviados de mascarillas y guantes”, hasta el punto de verse reducido el consumo de alimentos y bebidas en el avión, a pesar de que “todo estaba en perfecto estado”, apostilla. Con la declaración de la alerta sanitaria a nivel europeo, las medidas de seguridad se endurecieron, con la distribución de guantes y gel desinfectante a todo el personal a bordo, así como la “prohibición de servir comida fresca y de aceptar dinero en efectivo”.

Dos últimos vuelos

Rebeca Valle recuerda como su trabajo fue disminuyendo cada vez más, al suspenderse las frecuencias con destinos italianos y españoles. Aun así, en los pocos vuelos que todavía operaban se aseguraban en “no tocar la basura de los pasajeros sin protección”, además de seguir la recomendación de quedarse en los domicilios a la mínima sospecha de haber contraído el virus.

No obstante, la situación no se prolongó demasiado, dado que, en su caso en particular, realizó el 9 y 16 de marzo sus dos últimos vuelos. La auxiliar palentina afirma que uno de ellos fue a Israel, en el que se esperaba un aforo cercano a los 50 pasajeros, pero finalmente sólo se presentaron seis. Apunta que “fue un vuelo tranquilo”, aunque la sensación cambió tras efectuar la maniobra de aterrizaje en el aeropuerto israelita Ramón International. “Se notaba el miedo en los trabajadores de aquel país, ya que no querían acercarse a la tripulación ni tocar nada del avión”, aclara.

ICAL . La auxiliar de vuelo palentina Rebeca Valle durante un vuelo al Verona.

En el segundo y último vuelo sucedió algo “bastante parecido, pero todavía con mayor protección y seguridad”. Con destino a la ciudad griega de Atenas, la mitad de los pasajeros, de un total no muy abultado, tuvieron que desembarcar al recibir la noticia de que las autoridades helénicas “no iban a dejar entrar en territorio nacional a toda aquella persona que no tuviera pasaporte griego o residencia en el país”.

Aunque, de mano de otras compañeras, Valle puntualiza que muchos vuelos han sufrido retrasos de varias horas, “no por culpa de la aerolínea”, sino porque en el desembarque subía personal sanitario y de control “para tomar la temperatura a todos y cada uno de los pasajeros, al igual que a la tripulación, incluidos los pilotos”.

Día a día 

La auxiliar de vuelo está asignada al aeropuerto de Berlín Schönefeld, en Alemania, aunque no trabaja actualmente, a consecuencia de la suspensión de los vuelos, por lo que “está a la espera de lo que ocurrirá”. Reconoce que su día a día ha cambiado y que incluso, hace un mes, llegó a pensar que “había contraído la enfermedad tras volver de Milán, escasos días antes de que la crisis sanitaria explotara”. Aun así, deja claro que “siguió viajando”, pero con una “limpieza frecuente y adecuada no hay que tener miedo”.

Debido a la actual tesitura, Rebeca Valle comenta que ha pensado volver a Palencia, al “querer estar con su familia, pero su trabajo como azafata la ha expuesto demasiado, con miles de personas de todas las nacionalidades, por lo que quería evitar la posibilidad de contagiarlo”. En ese sentido, relata que el transporte en la ciudad “sigue funcionando, pero ya no se puede salir del país”, por lo que intentará “llevarlo lo mejor posible” durante uno o dos meses. Suele estar en casa y, sin ánimo de irresponsabilidad, acude en ocasiones a la casa de sus amigas griegas en Berlín, a escasos minutos de su domicilio.

La joven palentina apunta que en Alemania “todo está siendo muy tranquilo”, quien recuerda que en algunas regiones del sur han declarado ya la cuarentena oficial. No obstante, en la zona donde reside, a 20 minutos del centro berlinés, está permitido salir a la calle junto a dos personas, pero las autoridades han difundido recomendaciones para evitar que se salga por acciones innecesarias.

“No es una cuarentena como la española, tal vez porque en Alemania no hace falta multar y amenazar a la población para que sea responsables”, recalca. La población “se queda en casa y se recupera de la enfermedad”. “Están más que concienciados, y si salen a la calle es porque tienen que hacer algo importante o ir a su trabajo”, asevera la auxiliar de vuelo.

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