A Manolo Barroso
[dropcap]E[/dropcap]n cierta ocasión, un gran fotógrafo salmantino curtido en mil batallas, hablando de fotografía, me dijo: “En el estudio el fotógrafo es Dios, porque maneja la luz y la escena a su antojo”.
Por entonces di mis primeros pasos en el retrato de estudio, en un piso vacío que me dejaron durante un mes. Por allí, pasó y posó un montón de buena gente. Amigos y amigas mías o de mi hermana, con su mejor sonrisa, soportaron estoicamente mi nula experiencia.
No tardé en confirmar mi sospecha: “Si hay Dios, no soy yo”.
Fueron sesiones de muchos nervios que intenté disimular. Guiado por unos esquemas de iluminación que me dio H.S. Tomé, ensayé los diferentes tipos de luz de estudio: luz dura, luz suave, luz cenital, luz lateral, luz Rembrandt, contraluz,…
He rescatado esta fotografía, una de las más decentes de aquellas sesiones. Por la gran confianza con el modelo, sabedor de su conocimiento en interpretación, tuve claro que era la persona ideal para usar una luz dura que marcase su expresión.