[dropcap]O[/dropcap]tra medida que se nos reclamaba por las fuerzas democráticas de izquierdas era la de suprimir las lápidas de mármol blanco en las que se inscribieron los caídos por Dios y por España, solamente los del lado nacional, por supuesto. Esa decisión tenía que ser tomada por los párrocos de las distintas iglesias que, en su inmensa mayoría, decidieron dejarlas tal como estaban. No hay más que darse un paseo por las iglesias céntricas de Salamanca para ver las que todavía existen.
Harina de otro costal fue la decisión de quitar o no el medallón de Franco. Recuerdo el comentario de la reina el día que le enseñamos el lugar que ocuparía el medallón con las efigies de los reyes. Me preguntó por qué estaba el general Franco ocupando un lugar entre los monarcas. Esta polémica estuvo candente hasta no hace mucho y cada día que pasa irá en contra de los que queremos que se lleve al Centro de la Memoria Histórica, en la Plaza de los Bandos.
Cuando recuperamos el Palacio del Obispo cometimos un error, debimos proteger el refugio antiaéreo que Franco mandó construir en el jardín de la que fuera su residencia en 1936-37, durante cerca de un año. Al reconocer edificabilidad a la parcela segregada a cambio del uso del palacio para sede del Museo de Historia de la Ciudad y Archivo Histórico de Salamanca, pusimos la condición de conservar esta reliquia del paso del franquismo por Salamanca, y la propiedad, sin respetar lo acordado, lo hizo desaparecer.
El Obispado se quedó con el beneficio de la nueva edificación y con el palacio, que, años después, durante el mandato de Julián Lanzarote, fue devuelto al Obispado sin compensación alguna. Sin dar explicaciones a los ciudadanos se retiraron, asimismo, las dos infraestructuras culturales, el Museo y el Archivo, sin recibir nada a cambio. Sí conservamos la inscripción en piedra de la fachada en la que se informa que Franco y su Cuartel General se instalaron en el inmueble. Considerábamos que pertenecía a la historia de la ciudad y como tal debía permanecer.
Por último, referido a la estancia de Franco en Salamanca quiero reseñar que hasta hace unos años se conservaba en la fachada norte de San Martín uno de los estampillados en tinta china de Franco de perfil, con casco militar. De niño recuerdo que toda la ciudad estaba llena de aquellas imágenes del dictador que se realizaron con motivo de su nombramiento como jefe del Estado en una finca salmantina el primero de octubre de 1936.
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