Opinión

Entre mascarillas y felicitaciones

Foto. Pixabay.

 

[dropcap]E[/dropcap]n tiempos de confinamiento, hemos celebrado, como se ha podido el Día de la Madre. Y muchos hemos vuelto a valorar esas pequeñas cosas, que resultan ser las más grandes.

Esos dibujos que evocan un recuerdo de un tiempo pasado cuando todo era ‘normal’ y que te trasladan a momentos felices de tu vida, te hacen perder por un momento la realidad de lo que está pasando, mientras te propones casi como un reto volver a deleitar la vista con todo aquello que te niegas a olvidar.

Y te marcas un reto …Volver allí.

Y me acuerdo más que nunca de esa distancia acortada por el teléfono, de esas madres que hoy no están presentes pero que dejaron su legado en quienes hoy les echan de menos. Y en mi recuerdo, esos hijos que se fueron antes de tiempo, por lacras que siguen aparcadas en cajones llenos de miseria humana. En mi mente, nombres, caras y una historia que a veces desearía no conocer. Detrás de todo ello vidas rotas, familias destrozadas y silencio, mucho silencio impuesto a golpe de dolor.

Y mientras el Día pasa, entre mascarillas y felicitaciones, intentamos volver a esa “nueva normalidad”, que tanto asusta. Ni en las peores películas de la sobremesa de los fines de semana hubiera imaginado tanto apocalipsis, como el que estamos viviendo.

El miedo, esa emoción, corre libre por las calles acompañada de incertidumbre, pena y desazón mientras enfundados en guantes que escasean y mascarillas variopintas, que se están convirtiendo en un complemento de moda, según dicen, apretamos el paso y caminamos con la cabeza baja como si fuéramos proscritos, al margen de la ley haciendo cola en comercios donde a veces se deja patente el instinto de supervivencia y la nula educación, que sacamos en las peores situaciones

Empezar de nuevo, mientras se pone el contador a cero, volviendo a esa rutina tan deseada y de momento lejana, será difícil para muchas familias. Los besos, abrazos, los apretones de manos no se pueden dar a través de una fría  mampara, mientras las sonrisas también se esconden y aprendemos a vivir de una manera para la que no estamos preparados.

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