[dropcap]E[/dropcap]l bicho invisible sigue aguándonos el festejo. El interminable confinamiento va dejando, en la dura travesía, toneladas de cabreo emocional, mientras algunos seguimos creyendo que, tal como están las cosas, es más que necesario.
Ya habrá tiempo de exigir responsabilidades y analizar las decisiones atolondradas de un gobierno que, construido a base de retales, nos ha cosido un andrajo cojonero tan chirriante de colores, formas y texturas que solo pueden comprarlo sus fieles y devotos parroquianos. Vamos, que con ese adefesio del costureo es imposible que nos vayamos de parranda.
Pero como dice la Petri tantas tardes en el patio de luces, la trituradora de telas y colores en la bancada de la derecha, deja poco margen para probar y vestir otro ropaje que ilusione al personal de alguna forma.
Estamos viviendo un momento tan asquerosamente demencial que, mientras las bicicletas del poder van obstruidas en manos de gregarios que sufren la pájara del siglo, los rivales, que podrían atacar cerca de meta, siguen pendientes con obstinación del rebufo electoral que, al fondo de la ruta repleta de variopintas ambiciones, alza el cartelón de la Moncloa fotografiado por sus sueños.
Cómo andará de revuelto el patio de butacas nacional que hasta en la Sexta coincidieron el exministro Carballo y la comunista Cristina Almeida en criticar la insolente intervención del vicepresidente Iglesias que, representando a la casta más chanflona de este tiempo, ha vuelto a poner en evidencia su ineptitud para aceptar la plural composición política que los españoles decidimos en su día con el voto.
En su intercambio de pareceres sobre los momentos que vivimos, fue aleccionadora su coincidencia en señalar como una decisión importante y necesaria la que ha tomado el gobierno a la hora de asignar un ingreso mínimo vital a quienes sufren el ahogamiento económico que está ensanchando de forma alarmante las bolsas de pobreza.
Aunque los dos políticos dejaron caer ciertos matices discrepantes, durante la conversación, en todo momento mostraron, desde un diálogo fluido, esa capacidad que ostentan las personas inteligentes para hacer posible cualquier tipo de pacto o acercamiento. Algo que en estos momentos se atisba como un espejismo en el desierto, cuando el buque de la convivencia general sufre las crueles y desbastadoras tempestades, que entre unos y otros inventan y agitan, con el único fin de quedarse con el pobre cargamento que aún nos queda en las bodegas del insomnio.