dropcap]L[/dropcap]o sé, estoy siendo insistente con el concepto de los cambios estas últimas semanas. No puedo evitar pensar que es el gran tema que debe ocupar nuestra cabeza. Siempre interesante, ahora vital. Conocerás mi opinión a estas alturas, estamos mucho más habituados a ellos de lo que nos parece, tan convencido estoy como implacables se muestran las resistencias ante los mismos. Con solo imaginarlos. Es tozuda la idea de dar más valor a lo que voy a perder o rechazar que a lo que voy a conseguir o recibir.
La memoria es sin duda una gran herramienta. Esconde ante nuestros ojos unas figuras tan relevantes como funcionales que podemos conocer como excepciones. Bastará con encontrar una para tumbar a los todopoderosos y terribles gemelos Siempre y Nunca. Éstos suelen visitarte ciñéndose bien a tu cinturón, con una camisa dos tallas menores que la tuya, soldando tus muñecas como si de unas esposas se tratara o anudando los cordones de tus zapatillas para imposibilitar la confianza en la zancada que te permitirá llegar al otro lado del charco. Ejemplo:
En según qué lugar del mundo, la parte más avanzada a principios del siglo XX, a mediados en otras zonas y aún por llegar en las tierras más ¿pobres?, se dio, o está por darse un significativo cambio bueno-malo. Es lo que tienen todos, dos caras, como las monedas. La agricultura, lo más primario que existe, comenzó (o está por comenzar) a incorporar bestias metálicas alimentadas por descendientes del petróleo en sustitución de otras empujadas por hemoglobina, que transformaron por completo (o están en ello) la durísima vida del campo. Motores en lugar de corazones, latiguillos a cambio de venas.
Previamente se utilizaban animales y brazos como fuerza motriz, se sembraba a mano y las jornadas agotadoras apenas garantizaban un mediocre rendimiento. La introducción de la mecánica ha mejorado tanto la productividad como la vida de las personas. De algunas. Aquellas fuerzas humanas que vieron ocupado su espacio en los labrantíos perdieron también su horario laboral. Era malo, inhumano en casos y épocas. Pero era el que tenían. La alternativa, la de la mariposa, es decir, a otra cosa.
Se le pusieron puertas al campo al tiempo que se abrieron otras en la urbe. Alguien debería apretar las tuercas a las máquinas, alguien tendría que arreglarlas, alguien que venderlas, alguien que renovarlas, reinventarlas, explicar su funcionamiento… Alguien tendría que manejar el nuevo volumen de productos procedentes del campo, que colocarlo en una caja, alguien tendría que transportarla, que auparla a una estantería, que pesarla, venderla, etc.
Planteado así, parece que todo son buenas noticias. Obviamente no. No todo el mundo fue capaz de seguir el mismo ritmo de evolución que el marcado por los acontecimientos. Cabe suponer que quien solo supiera guiar bueyes quedaría para paseos.
¿Moraleja? Poca sorpresa. Viéndose como cuando gusano echaba de menos tener alas, a otra cosa se puso la mariposa. Y puestos a desear, imagina que dejamos de especular.
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