Opinión

Democracia y politiquería

sanitarios coronavirus
"No puedo comer aplausos. Tal vez votad por alguien más sensato la próxima vez, ¿eh?"

[dropcap]C[/dropcap]uando comienzo a cerrar este artículo, la jueza Carmen Rodríguez-Medel acaba de decidir el archivo provisional de la investigación abierta contra el delegado del Gobierno en Madrid por no haber prohibido la manifestación del 8M en la capital. Veremos en los próximos días cuales son las reacciones de quienes han jaleado, respaldado y aporreado nuestra cotidianeidad con este asunto. Usos, hábitos y comportamientos exactamente politiqueros.

Sobre lo que no cabe discusión es que la constelación mediática del conservadurismo español ha dedicado más tiempo, espacio y energías a focalizar la atención de la sociedad española sobre dicho acontecimiento que al seguimiento sereno y sensato de la evolución de la pandemia. El objetivo ha sido culpabilizar a la manifestación feminista como la bomba de racimo expansiva de la letalidad del virus. Ecuación que permitió pringar el clima social con un conjunto de martingalas: “los responsables gubernamentales lo sabían y lo callaron”; “lo que bien explica la elevada mortalidad acaecida en la Comunidad de Madrid es la celebración de la manifestación feminista”… Toneladas de fake news con las que se ha pretendido construir el marco conceptual para sostener  la acción política de las fuerzas conservadoras e inculpar a los dirigentes gubernamentales. Esta es la agenda oculta que busca dominar la conversación pública española: corromper “lo político”, embarrar la convivencia para bloquear todo intento de transformación social que atente contra las tradiciones y poderes históricamente constituidos.

La sociedad española, durante estos meses de pandemia, ha sufrido la devastadora tragedia de los más de 27.000 fallecidos contabilizados a día de hoy. Y sobre el dolor, ha recibido el escarnio: la ciudadanía nos hemos visto golpeados por un tsunami de ruido y furia que desde las ondas, las pantallas o el papel han arrojado sobre nosotros. El objetivo central de la politiquería es incendiar el espacio público para extenuar a la ciudadanía y debilitar la democracia: por ello se nos ha empujado hacia un laberinto de muertes, contagios, simplezas y mentiras con el empeño de generar confusión, exasperación, hastío, desamparo y miedo.

Politiquear es esto: hacer política con bajeza, brujulear con el electoralismo permanente, deshumanizar al contendiente, etiquetar al contestatario. Léase Aznar, Trump, Bolsonaro o Boris Johnson. Y que nadie se confunda, no hablo de personas sino de agentes que encarnan un modelo de crujir el sentido constitutivo de la política democrática: la tarea en pro de la emancipación y de la vertebración comunitaria. Contra ella se despliega un conjunto de operaciones y disposiciones en beneficio del interés privado, de ellos y de los poderes a quienes sirven.

La “política” que practica El trio Cayuca (Casado, Ayuso y Cayetana) ha fracasado a la hora de visibilizar un programa alternativo, sumar incorporaciones relevantes a su proyecto conservador o elaborar un discurso integrador. Por poner algunos ejemplos de errores de libros: ¿El afán por bombardear con las muertes a Pedro Sánchez, es muestra “de la altura de miras de una política de Estado”?, ¿Qué lumbreras ha embarcado al PP en la imposible defensa de la gestión sanitaria de la Comunidad de Madrid en lugar de resaltar la que ha realizado Núñez Feijóo en Galicia?, ¿Nadie en el partido conservador es capaz de alzar la voz contra la esquizofrénica táctica parlamentaria de descrédito e insulto a las propuestas y a los ministros gubernamentales para terminar votando a favor o absteniéndose? ¿Es manifestación del patriotismo del que se alardea el apoyo a las fuerzas y gobiernos que propugnan que los fondos de la UE, destinados a la recuperación de los países del Sur, sean tratados como deuda y no como transferencias? No sé los réditos que esta política terminará reportando al PP, lo que a la vista está son las consecuencias: han provocado la espantada de Ciudadanos, han sido nulas para quebrar al Gobierno de Coalición, y no parecen útiles para enfrentar los retos que se nos avecinan. Francamente, sobre esta política de tierra calcinada solo me cabe una duda,  ¿acaso para lo que realmente se trabaja es para que vuelva Josemari?

Pero al Gobierno español no le queda el mínimo resquicio para la autocomplacencia. Ayudar a sanear una ciudadanía asolada por la pandemia, polarizada por la estrategia politiquera y receptiva a soluciones fáciles, simples y rápidas, obliga a definir respuestas complejas y crudas. Para que puedan ser asumidas sería bueno realizar un reconocimiento de los errores. Después, para que sean entendidas se reclama, como método, empatía, claridad e inteligencia y, como contenido, proyecto real. Se podría mencionar intervenciones de Mónica García Gómez, portavoz adjunta de Más Madrid, también de Yolanda Díaz, pero creo que ésta de Gerardo Pisarello puede servir de referencia cabal a la inteligencia política que demandamos de una política transformadora: conocimiento histórico, capacidad analítica, seducción comunicativa y propósito político definido.

Las labores del período que se abre con el levantamiento del Estado de alarma son excepcionales: reconstruir y reorientar el sistema productivo, definir el papel que queramos jugar en el proceso de profundización cohesionadora al que está abocada la Unión Europea, suturar el proceso de crecimiento de desigualdad social, fiscal y laboral que se implantó como salida a la Gran Recesión de 2008, reflexionar y reacomodar la institucionalización del Estado de las autonomías, entre otras muchas. La pandemia va a suponer una conmoción en el ordenamiento internacional y nacional, gobernar sus consecuencias será insoslayable. Eso es a lo que nos enfrentamos.

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