[dropcap]P[/dropcap]ara trabajar la comunicación eficiente se puede, junto con otras muchas propuestas, estudiar una teoría llamada análisis transaccional. Te conté cosas al respecto hace unos años. Me valdré de ella no tanto para incitarte a comunicar sino con la intención de dejarte en la mesilla lo que podría ser una explicación para situaciones que con toda seguridad vivirás en los próximos días y en los que vengan después.
Partamos de la premisa de que nuestra totalidad individual está compuesta por tres estados de los que todos disponemos, si bien, cada cual tendrá uno u otro más desarrollado. Serán el padre, el adulto y el niño. Lee madre, adulta o niña si quieres personalizarlos en lugar de pensar en el estado, por ejemplo.
A grandes rasgos y con licencia literaria, serás un niño o niña en esa serie de circunstancias en las que la intención dominante sea hacer lo que te apetece hacer. Piénsalo, imagina a esa tierna criatura, inocente, que no valora más allá de ese mismo instante. Quiero una gominola. Qué caries ni qué caries. La pancarta de meta dice juego, dice descubrimiento, dice apetecer. A veces, es lo mejor del mundo.
Podrás reconocerte como un padre o una madre cuando te veas ejerciendo de defensor de la ley y la moral, por dramatizarlo un poco. Con un punto de marcialidad, terminando la afirmación con una y griega y dos puntos. Y punto. Activa vigilancia, libreta para las multas, firmeza. No quiero caries. Qué gominola ni qué gominola.
Entre ambos estados aparecerá el abogado del diablo y el fiscal de los cielos. Tu versión adulta. Cuando permitimos regir este estado, cruzamos las ganas del niño con las directrices del padre. Nos basamos en el conocimiento, en la experiencia, guiñamos un ojo al chaval y asentimos con corrección y respeto al padre. Uno tiene las ganas, otro asume la responsabilidad.
Hemos llegado al punto exacto al que quería traerte cuando comenzamos este pequeño viaje. El propósito no era otro que hablarte de eso, del equilibrio. Uno que siempre ha sido necesario pero ahora nos va a hacer toda la falta del mundo.
Tu niño no debe ser detenido ni castigado por tu padre. Son lógicas y sanas las ganas de tocar, de saludar, de besar, de abrazar, de sentir, de descubrir, de vivir… Tu padre tampoco no puede dejar a tu niño hacer lo que le dé la gana, no puede desentenderse, el precio sería alto. Permitamos que esa atención se active para garantizar una seguridad, para incitar a la responsabilidad, que reclame la presencia de la paciencia y sujete las prisas.
Las cosas del buen adulto. Que se permite y se regula. Que acepta y descarta. Que valora las opciones. Es quien acierta. Si bebe, no conduce. Si conduce no bebe.
Abraza, te diría el niño. Ten cuidado, te diría el padre. Abraza con cuidado, el adulto.
Fin de la comunicación de confinamiento.
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