Si alguien pensaba que poque estamos en el mes de julio iba a pasar inadvertido el fichaje de una ex diputada del Congreso por Ciudadanos para ocupar una subdirección del ITACYL, sin duda no había tenido en cuenta que, pese a tratarse de un cargo dependiente de la consejería de Agricultura, en manos del PP, la paternidad del nombramiento iba a atribuirse al vicepresidente de la Junta, el inevitable Francisco Igea.
Pensar que Igea ha sido el padrino de Soraya Mayo no carece de lógica, dada la afición del susodicho en colocar a los de su cuerda en la Junta, como ha ocurrido, sin ir más lejos, con otro ex diputado de C´s que se quedó igualmente sin escaño, el zamorano José Antonio Bartolomé, al que, tras no poder situarlo como presidente del SERLA, le ha encontrado acomodo como director general de Trabajo de la consejería de Empleo.
Sin embargo, analizadas las circuntancias, “El topillo” cree que el inevitable no ha tenido nada que ver en el fichaje de Mayo, quien por otra parte nunca ha estado afiliada a Ciudadanos. Si Igea hubiera querido proporcionarle un cargo, podría haberlo hecho aprovechando la purga realizada por la amiga Ana Carlota en la consejería de Empleo, donde el perfil de la ex diputada, presidenta de ATA en Castilla y León durante la tira de años, hubiera encajado a la perfección. Y sin embargo, nadie se acordó de Mayo para reubicarla en esa consejería.
Así pues, por una vez y sin que sirva de precendente, “El topillo” da crédito al comunicado oficial de Ciudadanos que asegura que el partido “no ha mediado ni intervenido” en el nombramiento de la nueva subdirectora del ITACYL. La cosa es mucho más sencilla. Ha sido el consejero de Agricultura y Ganadería, Jesús Julio Carnero, quien ha fichado motu propio a Soraya Mayo. Y existe un dato que lo avala: en 2011 el entonces secretario provincial del PP vallisoletano quiso incorporar a la presidenta regional de ATA a la candidatura a las Cortes por Valladolid, propósito truncado al resultar que Mayo no estaba empadronada en esta provincia.
Esta vez a Igea se le ha atribuido una maniobra con la que no ha tenido nada que ver. Es lo que ocurre cuando uno se labra por méritos propios una acreditada fama de intrigante y maniobrero. Que se le va a hacer.